Hace tan solo unos días, una impresionante bola de fuego cruzaba el cielo de Albacete convirtiendo la noche en día durante unos segundos. El fenómeno, que sacó de las sombras carreteras y edificios durante un segundo, estaba relacionado con una lluvia de estrellas no muy conocida y bastante modesta, la de las Táuridas Norte, que cada año se observa por esas fechas. Pues bien, lo ocurrido puede ser tan solo un preámbulo, porque la madrugada del sábado al domingo (del 17 al 18 de noviembre), alcanzan su pico máximo las Leónidas, unos meteoros espectaculares entre los que sí son más fáciles de ver las bolas de fuego y los destellos de largas y coloridas colas originados a partir de partículas más grandes de material cometario
Las Leónidas son, en definitiva, una de las lluvias más hermosas del año por su brillo y colorido. Por lo general, caen unos 15 meteoros por hora. No son muchos, pero compensa salir a verlos por su belleza. Y también son rápidos: viajan a una velocidad 71 kilómetros por segundo y se consideran algunos de los meteoros más rápidos que existen.
Además, cada 33 años, más o menos, las Leónidas producen impresionantes tormentas, con cientos o miles de meteoros vistos por hora, según la ubicación del observador. En 1966 se produjo una de las más espectaculares, cuando miles de meteoros por minuto atravesaron la atmósfera de la Tierra durante un período de quince minutos. Se vieron tantos meteoros que parecía que llovía. En 1833 decenas de miles iluminaron el cielo nocturno, y muchos pensaron que había llegado el fin de mundo. La última tormenta de meteoros Leónidas se produjo en 2002, así que todavía queda tiempo para el gran show.
Como explica la NASA en su web sobre la exploración del Sistema Solar, las Leónidas son en realidad fragmentos de desechos espaciales que provienen del pequeño cometa 55P/ Temple-Tuttle, una roca de 3,6 km de ancho que tarda 33 años en orbitar el Sol. Por estas fechas, la Tierra pasa a través del sendero de escombros que deja en su camino, lo que hace que estos choquen con nuestra atmósfera, donde se desintegran en rayas ardientes y coloridas en el cielo.
Cómo observarlas
La Leónidas reciben su nombre porque parecen llegar de la constelación de Leo, lo que se conoce como radiante. Pero no hace falta fijarse en ella para verlas. Es más, desde NASA aconsejan mirar lejos del radiante, ya que de esa forma los meteroros parecen más largos y bonitos.
Para la observación, es recomendable acomodarse en un área alejada de las luces de las ciudades, sin montañas, grandes árboles o edificios que impidan la visión completa del firmamento. Como ocurre con todas las lluvias de estrellas, lo mejor es acostarse boca arriba y mirar al cielo. Eso sí, hay algunas desventajas. Para empezar, hay que ir muy bien preparado contra el frío, la experiencia dista de ser tan ligera como cuando se observan las Perseidas de agosto. Además, las nubes que se anuncian para algunas comunidades tampoco ayudarán (Procure consultar antes el parte meteorológico del lugar en el que se encuentra) y para evitar la molestia de la Luna creciente conviene ponerse a ello cuando se haya puesto. Como el espectáculo de las Leónidas dura hasta el amanecer, hay tiempo de sobra para echar un vistazo.