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Seriedad, valentía y, sobre todo, garra. Sin florituras ni adornos y sin la necesidad de unas gradas abarrotadas. El Valencia dio su mejor cara en lo que va de temporada para imponerse en un duelo crucial para mantener sus esperanzas en la Champions League. Los jugadores de Marcelino sabían que no debían hacer otra cosa que dejarse la piel sobre el césped. Y así fue.
Digno de un encuentro de tal envergadura y desde el primer minuto, ambos conjuntos lucharon por cada balón como si fuese el último. El Young Boys no se encogió. Son jugadores valientes, incómodos y de espíritu joven, como refleja el nombre que llevan en la elástica. Marcelino, consciente de ello y obligado por la baja del capitán Dani Parejo, puso sobre el campo a dos rocas como son Coquelin y Kondogbia con el objetivo de no dejar huecos ante los contraataques del rival. Tampoco era un choque dado a la creatividad, pues apenas hubo juego en el centro del campo. Tanto españoles como suizos basaron su juego en la velocidad y en las transiciones rápidas.
Pero el fútbol también vive de las genialidades, y Rodrigo es un especialista. Ante la férrea defensa helvética, el delantero abandonó su posición natural y se tiró al costado zurdo. Ahí se fraguó el primer tanto del partido. El atacante se internó como si de un extremo se tratase y le cedió el cuero a Carlos Soler, que intentó picar el balón por encima del portero, aunque su disparo se estrelló en el poste. Pero allí estaba uno de los héroes de la noche. Santi Mina, en boca de gol, tan solo tuvo que empujar el esférico para adelantar a los suyos. La noche prometía para el ariete vigués.
Inteligencia
El Valencia quería más, no estaba tranquilo con el 1-0. Los blanquinegros tiraron de inteligencia y plantaron dos fuertes líneas de cuatro en su campo. Cuando tocaba salir y no encontraban espacios, conseguían forzar faltas para tomar oxígeno. Todo un ejercicio de intelecto en el combinado español. No estuvo escaso de esa inteligencia tampoco el Young Boys, pues sus jugadores vieron que por la banda derecha defendida por Daniel Wass encontraron un carril por el que atacar a sus contrincantes. Varios sustos llegaron por esa banda. No obstante, fue por el otro lado donde llegó el tanto de Assalé, que no encontró obstáculo alguno en el minuto 36 para adentrarse en el área y batir por raso a Neto, desaparecido hasta ese momento.
Con el empate, un resultado que han visto demasiadas veces en este curso en Mestalla, el nerviosismo se apoderó de ambas escuadras. Las faltas y las tarjetas salieron a relucir en un duelo en el que había mucho en juego. Todo apuntaba a que la igualada seguiría en el marcador. Las estrellas nacen en las grandes competiciones, algo que sabe de sobra Carlos Soler. El canterano se echó el equipo a la espalda y de sus botas nació el centro que desembocó en el segundo gol de Santi Mina. El Valencia se adelantaba antes del descanso.
Fue uno de esos goles que se califican psicológicos y que marcan el resto del encuentro. El partido se reanudó. Los valencianistas estaban tranquilos, todo lo contrario que los suizos, que desde que sonó el pitido que daba inicio al segundo tiempo solo buscaron los centros desde la banda buscando a su torre de casi dos metros Hoarau. Todo ello sin éxito gracias a la gran labor de los centrales Garay y Paulista.
Solo había un gol de ventaja, pero Soler culminó una noche pletórica gracias a su conexión con Rodrigo. El centrocampista volvió a causar estragos desde la banda derecha, por la que entró sorteando rivales y perforando la meta rival. 3-1 en el luminoso y el estadio, entregado a los suyos.
No era para menos, eran tres puntos que permiten seguir soñando con la siguiente ronda de la Copa de Europa. El murciélago del Mediterráneo comienza a cazar en las noches europeas.