SOlo en un país que ha perdido el rumbo, la fe en sí mismo y la confianza en sus dirigentes puede ocurrir que un viejo comisario procedente de las cloacas del Estado pueda llevar del ronzal a los dos principales partidos, provocar dimisiones en los niveles más altos y hacer olvidar problemas tan importantes como la situación económica. Claro que tampoco es muy lógica la actitud del denunciante, disparando a diestro y siniestro, nunca mejor usada la expresión. Que Villarejo está usando las cintas de sus conversaciones con todo el que pintaba algo para extorsionarle luego y salir de la cárcel en que se encuentra, es tan evidente como que el sol sale cada mañana, aunque hay mañanas que no lo vemos, como en este caso. Pues en esas cintas, el excomisario queda tan mal como sus interlocutores (interlocutoras más bien), al implicarse en las mismas profanidades, o peores, por aceptar encargos más o menos delictivos. Aparte de que estar grabando a alguien sin su permiso es ya un delito. ¿Tan desesperado está que se dispone, como Sansón, a derrumbar el templo con él y todos los filisteos dentro? ¿O que quien está filtrando esas cintas no es él, sino alguno de los que confió sus copias, que empieza a hacer la guerra por su cuenta? España está llena de Sansones dispuestos a acabar con ella por la simple razón de que no les gusta o no se sienten suficientemente considerados. Basta ver y oír a la mayoría de los políticos.
En lo que puede estar el quid de la cuestión. Que España no es el país que nos pintan la izquierda y los nacionalistas, con un neofranquismo rampante, gente muriéndose de hambre, viejos sin lo más elemental y niños sin escuela no es afortunadamente verdad desde hace bastantes décadas. Lo demuestra que a España se han venido a pasar sus últimos años cientos de miles de ingleses, alemanes e incluso escandinavos, se supone por ofrecerles algo más que sol, pues tontos no son. Posiblemente, los tontos somos nosotros. Lo estamos demostrando en el ínterin (o eso espero) que representa la nueva pasada por la izquierda que, en vez de resolver los problemas que teníamos, los agranda. ¿Que exagero? Díganme si hemos avanzado en el problema catalán, en la estabilidad presupuestaria, en la confianza hacia las instituciones y en las perspectivas de futuro. Que un viejo comisario salido de las cloacas estatales, de donde nunca debió salir, nos traiga en jaque lo demuestra. Por cierto, sus dos primeras víctimas deberían abandonar todo cargo público por sus compadreos con él. Es verdad que Dolores Delgado mintió al negarlo mientras María Dolores de Cospedal lo admitió como parte de su deber de enterarse de la profundidad del caso Gürtel y ha empezado a dimitir de sus cargos, al contrario de la ministra, aferrada al suyo. Pero ambas han quedado contaminadas e inservibles para la política. Aunque más contaminados están quienes consideran que ser español merece un insulto, una pedrada o que doblen las campanas al muerto, con el visto bueno del Tribunal de Estrasburgo.
