La ciudad de Puebla necesita actualmente de panteones, pues lo que tiene ya son insuficientes. Pero no es la primera vez que le sucede: durante la invasión norteamericana a nuestro país, en 1847, el Ejército del país vecino sufrió muchísimas bajas, pero "por una plaga de gula y corrupción" y los cadáveres de los muertos eran enterrados "a flor de tierra".
En 1848, por esos decesos y los propios de los poblanos ese fue un problema de salud grave para la ciudad que, desde el inicio de la vida independiente del país, en la capital poblana tuvo que enfrentar la cuestión de los enterramientos en los atrios y las capillas de los templos y la necesidad de construir cementerios.
En 1844, los carmelitas adquirieron un gran terreno al sur de la Angelópolis, para establecer un cementerio privado, cuya primera piedra fue colocada en mayo de ese año para su edificación y en noviembre de ese mismo año, ya daba servicio con 537 gavetas numeradas y 21 sin número, todas ocupadas y una fosa común. Cada gaveta tenia "cinco órdenes sobrepuestas para adultos y dos ordenes para párvulos".
En aquel entonces las inhumaciones se hacían prácticamente en todas los templos, como los de La Concordia, Analco, La Merced, San Pablo, San Pablito de los naturales y San Juan del Rio, que fueron clausurados el 20 de mayo de 1880, ya que el día 6 del mismo mes y año, fue abierto el actual panteón municipal, llamado "de Agua Azul" por encontrarse en terrenos del rancho del mismo nombre.
El panteón del Carmen fue clausurado en 1891. El 14 de junio de 1889, había sido construido otro "gran" cementerio para la ciudad, propiedad de la Sociedad Anónima de La Piedad, este último nombre el cual aún conserva: La Piedad el cual, con el municipal dieron y dan, aunque de manera muy limitada hoy, este servicio indispensable para su sanidad durante los últimos 148 años.
ARP