El dolor era doble: pinchazos de la rodilla y oportunidades que se escapan. Rafa Nadal no pudo ocultar su decepción por abandonar el US Open antes de que su rival lo obligara. Aunque para el español, su oponente más duro siempre ha sido su propio cuerpo. Desde el inicio de su carrera, el pie, la rodilla, la muñeca, el abdomen... enemigos que le cerraban el camino para ampliar la vitrina, el palmarés, el orgullo.
El viernes, cerca ya del sábado en España, y con dos sets en contra, Nadal confirmaba que la rodilla había vuelto a atacar, que Juan Martín del Potro sería quien jugara la final y que el US Open se terminaba para él. El balear, competitivo hasta la extenuación, ha luchado siempre por sujetarse a los partidos como esa venda amarró ayer el tendón rotuliano. Así ha construido su carrera y la ha convertido en una de las mejores de la historia. Ochenta títulos, diecisiete de Grand Slam. «Odio retirarme», sentenciaba. Tanto lo odia como que solo lo ha hecho en nueve ocasiones en 1.112 partidos disputados desde que es profesional de la ATP. Tres de ellas en Grand Slam, los torneos en los que más duele decir adiós.
A este en US Open se une el abandono en los cuartos de final del Abierto de Australia, contra Marin Cilic, de principios de año, y el de cuartos en el Abierto de Australia 2010 contra Andy Murray. Y no fue una retirada, pero la muñeca le impidió salir a jugar la segunda ronda de Roland Garros 2016 contra Marcel Granollers. Oportunidades. Inevitable preguntarse qué hubiera sido de su palmarés sin estos obstáculos que no solo lo dejaron con el torneo a medias, también sin empezar. Por diversos problemas físicos no pudo disputar los Abiertos de Australia de 2006 y 2016, Wimbledon 2009 y 2016 y los US Open de 2012 y 2014. Oportunidades.
Porque Nadal sigue siendo número 1 pero también suma años en su cuerpo. Cumplió 32 en junio y aunque mantiene un tenis y una ambición descomunales, es consciente de que ha hecho más de lo que hará, que las cicatrices por el desgaste se acumulan en su físico, que su tenis siempre le exige mucho, que los rivales son cada vez más potentes y más jóvenes.
A pesar de sus buenas victorias, a Nadal le costó llegar a las semifinales de este US Open más que en cualquier otro Grand Slam de su carrera: quince horas y 54 minutos. Palizas con Karen Khachanov y Dominic Thiem alimentaron su confianza, pero mermaron sus energías y su cuerpo. Un pinchazo en la rodilla en el primer set contra Del Potro le recordó lo volátil de los triunfos. Quiso aguantar, aferrarse a esa opción de alcanzar otra final de un Grand Slam y quién sabe si defender la corona y morder su cuarto US Open. Quiso aguantar, como hizo en la final del Abierto de Australia de 2014 en la que obligó a Stan Wawrinka a sacarlo de la pista a pesar de la evidente cojera. Quiso aguantar, pero hubiera sido peor. «Seguir jugando más hubiera sido demasiado para mí», aceptó.
Ya piensa en recuperarse. Hoy pasará pruebas médicas con el doctor Ruiz Cotorro y planearán el tratamiento. Es lo de siempre. El tendón rotuliano. Sabe que necesitará reposo. Por eso hoy el equipo español de Copa Davis viaja a Lille sin él -con Albert Ramos- para jugar las semifinales contra Francia (14-16 de septiembre). Sobre todo si quiere mantener el objetivo de perpetuarse un poco más en el número 1 de la ATP y llegar con ciertas garantías a la Copa de Maestros en noviembre. Una de sus grandes metas. Un torneo que reúne a los ocho mejores del curso y al que se clasificó el primero después de triunfar en Montecarlo, Barcelona, Roma, Roland Garros y Canadá en este 2018 en el que solo ha perdido cuatro partidos y dos, por retirada, en Grand Slam.
La rodilla vuelve a imponerse sobre sus deseos, a jugar con sus oportunidades, a decidir su futuro. Aunque Nadal siempre se levanta.
