La norma que ha frenado Marlaska va mucho más allá de la polémica de los tatuajes y llega al límite de fijar cómo deben ser la mechas de ellas o el color del tinte de ellos | La directiva convierte a los mandos del cuerpo en una suerte de estilistas, que deben decidir sobre la largura de los bigotes o la idoneidad de los complementos