Siempre he pensado que hay dos tipos de cabrios: los que derivan de una versión con carrocería cerrada que son muchos y los que han sido diseñados como descapotables partiendo de una hoja en blanco. Por lo general, los segundos están más afinados y no dejan notar las deficiencias estructurales propias de un coche que carece de techo. En este grupo entran modelos como el Mazda MX-5, el Mercedes-Benz SLK o el Porsche Boxster, por citar solo algunos ejemplos. Y, sí, el último de esta interesante triada es precisamente el protagonista de esta prueba. Pero no se trata de un Porsche Boxster cualquiera.