La situación de las tortugas marinas en Nicaragua es trágica y alarmante. Cuatro de las siete especies que existen en el mundo visitan el país y tres de ellas utilizan las costas para anidar, pero el consumo de sus huevos las tiene en peligro de desaparecer.
Las tortugas paslama (Lepidochelys olivacea) carey (Eritmochelys imbricata) tora (Dermochelys cariacea) son las que cada año arriban para hacer sus nidos. La tortuga verde (Chelonia midas) solo viene a alimentarse.
Los expertos consideran que cada una de estas especies se va extinguiendo porque cada vez está más presente en la mesa de los mercados municipales, cuando sus huevos y carne son vendidos.
El domingo 5 de agosto se conoció el saqueo masivo de nidos de tortugas paslama en la reserva La Flor, en Rivas. La denuncia sobre la destrucción de más de 2,000 nidos encendió la alarma y los científicos y ambientalistas demandaron al Gobierno tomar medidas para proteger esta especie.
También advierten que el uso irracional de las tortugas puede perjudicar no solo el equilibrio de los ecosistemas marinos, sino también al ser humano.
Silvia Robleto es bióloga y experta en anfibios y reptiles. Advierte que la desaparición de las tortugas puede producir un desequilibrio en los océanos, ya que se encargan de mantener a raya las poblaciones de algas marinas, incluso, son controladores de la población de medusas, esponjas y erizos de mar.
Además de ser depredadoras, también son presas, indispensables en la cadena alimenticia de los océanos.
“Al desaparecer (las tortugas), sus predadores carecerán de alimentos y van a recurrir a otras especies para solventar su ingesta”, explicó la experta.
Robleto considera que si las tortugas llegasen a extinguirse causaría problemas para las comunidades pesqueras a orillas de los mares.
La bióloga explicó que las consecuencias las sufrirían principalmente las etnias que utilizan la tortuga como alimento básico.
“Por ejemplo, pueblos indígenas de la costa Caribe se alimentan de la tortuga”, dijo Robleto.
Añadió que la población que usa de forma irracional la tortuga, perjudica a los que tienen prácticas sostenibles.
En los mercados de Managua se vende la docena de huevos de tortuga a 70 córdobas. Aunque la ley lo prohíbe, los comerciantes los venden a sus anchas.
El biólogo Allan Gutiérrez, también es experto en tortugas, afirmó que las costas de Chacocente y La Flor son muy pequeñas para la cantidad de tortugas que desovan y provoca que la eclosión de tortuguillos sea baja.
“Solo en una noche pueden llegar alrededor de 80 mil tortugas. A los tres días puede llegar la misma cantidad y sacan los primeros. Hay mucho desperdicio de nidos de forma natural. La fertilidad es baja porque la costa está contaminada con muchos huevos podridos”, explicó.
Gutiérrez considera que estas costas no son efectivas para la conservación. Sumado a esta condición natural, la depredación por parte de humanos y de animales ejerce presión sobre esta especie.
“Las paslama tienen una población grande, pero está decreciendo”, afirmó Gutiérrez y agregó que “si eliminás todas las tortugas de este año, estás asegurando que en 10 o 15 años no regresen más a desovar”.
Las playas de anidación solitarias están sobre toda la costa del Pacífico del país y tienen un 90% de éxito de eclosión, mejor que las de arribadas masivas, pero son más vulnerables a los saqueos, precisó el biólogo.
Toda la costa del Pacífico de Nicaragua es un lugar de anidación para la paslama. En el caso de la tortuga tora y carey, se conocen unas pocas: Veracruz de Acayo, Salamina, Isla Juan Venado, Aserradores, Padre Ramos y Ostional.
El sexo de las tortugas al nacer depende de la temperatura en la arena. Entre más cálido, mayor será el número de hembras.
Según estudios científicos, el cambio climático provoca el aumento de la temperatura en la tierra y hace que nazcan más hembras que machos. De igual manera, fenómenos climáticos extremos como huracanes podrían destruir sus nidos.
El papel de Nicaragua como espacio donde anidan las tortugas es muy importante. Si las tortugas dejan de llegar a anidar, se dejaría de llevar el conteo global de los especímenes. Esto implicaría que los programas de conservación, tanto en el Pacífico y en el Caribe, se terminen, y que se pierdan puestos de trabajo, además de un atractivo turístico como el avistamiento de tortugas, coinciden los expertos.
La coordinadora del programa marino de WCS, Karen Joseph, considera que la tortuga verde (Chelonia mydas) está en una situación grave, por el uso irrazonable de su carne en el Caribe Sur. Esta especie llega a alimentarse en la Costa Caribe del país y a encontrar pareja.
En la cultura caribeña se consume carne de tortuga. “No estoy de acuerdo con la sobrepesca que se hace de esta especie. Puede ser insostenible”, aseguró.
Joseph reconoció que como WCS no tiene datos sobre la tortuga verde, visita muy seguido la ciudad de Bluefields, cabecera del Caribe Sur y asegura que en esta zona la demanda de carne continúa siendo grande.
“Temo que el consumo de carne de tortuga verde se extiende hacia el Pacífico. Mucha gente del Caribe está migrando a las ciudades. Esto puede provocar un mayor tráfico y la carretera que une el Pacífico con Bluefields puede facilitarlo”, expresó.
La libra de carne de tortuga en las comunidades del Caribe puede valer entre 15 y 20 córdobas. En Bluefields cuesta entre 40 y 50 córdobas.
Destacado: Además del saqueo de sus huevos, la captura incidental de tortugas por la pesca, la contaminación de los océanos y la destrucción del hábitat, son otras causas de la desaparición de la especie.
Los nidos de tortuga carey, especie en peligro crítico de extinción, han aumentado en los Cayos Perlas, uno de los pocos lugares en el Caribe Sur, donde esta anida, aseguró Karen Joseph, coordinadora del programa marino de Wild Conservation Society (WCS).
Joseph aseguró que los nidos han incrementado desde 1999, cuando WCS, organización que promueve la conservación, llegó a los Cayos Perlas.
“En ese año se reportaron 154 nidos en toda la temporada de anidación. Pero como había bastante saqueo, fueron destruidos 137”, precisó.
La experta indicó que la temporada de anidación de la tortuga carey es de mayo a noviembre. Agregó que en los últimos tres años, han tenido récords de nidos reportados. En 2016 registraron más de 600. El año pasado llegaron a un máximo jamás pensado, 719 nidos, de los cuales 34 fueron saqueados.
“Esto es un indicador bueno, una muy buena cantidad en comparación a los primeros años”, expresó Joseph.
En lo que va de la temporada de anidación tienen contabilizado 570 nidos. “Esperamos llegar a los 800 nidos”, dijo la experta.
El éxito de eclosión de los nidos de tortuga carey también es satisfactorio, aseguró Joseph, ya que cada uno tiene entre un 60% y 70% de sobrevivencia. “Cada hembra de carey sube a depositar sus huevos tres o cinco veces en una temporada y vienen con un intervalo de 10 a 15 días”, detalló la experta.
A dos meses de terminar la temporada de arribadas, Joseph atribuye el éxito de la gran cantidad de nidos, a que las reproducciones han sido normales y sin ninguna incidencia de saqueo.
“Hay menos gente saqueando huevos. No es como en el Pacífico, donde hay mucha destrucción”, precisó Joseph, quien explicó que ellos mantienen a diario monitoreo de los nidos de tortugas.
La avaricia que la gente de los Cayos Perlas tenía por el caparazón de carey casi desapareció, dijo la representante de WCS.
“El caparazón de carey ya no es cotizado, el tráfico por el que era perseguido ha disminuido, por lo menos en los cayos. Hay uno que otro pescador que las capturan para consumo. Pero en realidad es una mala práctica, ya que su carne es tóxica, debido a que la tortuga carey se alimenta de medusas o esponjas venenosas”, explicó Joseph.
En estos islotes las tortugas eligen anidar debido a las costas de arena blanca, sin embargo, posiblemente visiten otros puntos del Caribe Sur, afirmó Joseph. WCS desarrolla su programa de conservación en 11 de las 22 islas que conforman los Cayos Perlas.
La tortuga carey es un controlador de las poblaciones de medusas y esponjas marinas que pueden llegar a ser nocivas para otras especies en el mar, dijo Joseph. De hecho, la carey es la única depredadora de la carabela portuguesa (Physalia phisalis), un tipo de medusa altamente tóxica.