Tres chalets fueron asaltados durante la noche del lunes al martes de esta semana en la localidad valenciana de Canals (La Costera). Los tres inmuebles, aunque fuera del casco urbano, no estaban muy lejos de él y tampoco estaban aislados, sino próximos a caminos principales. Fuentes próximas a la investigación explicaron que los asaltantes pertenecían a una banda de cuatro o cinco integrantes, y que por su acento podrían ser de la Europa del Este. Los ladrones eligieron chalets habitados, ya que en los que no lo están, difícilmente se encuentran objetos de valor.
Una vez veían luz en el interior, se acercaban e inspeccionaban la casa para ver quién la habitaba, y si eran personas de avanzada edad, entraban en acción.
Los asaltantes iban armados y encapuchados, y trataban de amedrentar a sus ocupantes para que les dijeran lo antes posible dónde estaba el dinero o las joyas. Para ello, si era necesario, utilizaban la violencia. Así, los asaltantes agredieron a una mujer mayor que intentó quitar el pasamontañas a uno de ellos. Esta mujer estaba acompañada por sus nietos menores, los cuales fueron también agredidos al tratar de defender a su abuela.
En otro caso, un hombre mayor recibió un puñetazo en la cara por parte de uno de los asaltantes. Ambas personas fueron trasladadas al hospital si bien no precisaron quedarse ingresadas.
Sin embargo, el concejal de Seguridad de la localidad, Antonio Sánchez (Compromís) quiso restar importancia a los hechos y explicó que los asaltos no habían sido violentos. De hecho, Sánchez dijo que aunque la investigación la llevaba la Guardia Civil, ni siquiera se podía afirmar aún que estos robos hubieran sido perpetrados por las mismas personas, pues según las primeras averiguaciones, el número de ladrones no coincide en cada uno de los casos.
Una persona, propietaria de uno de los chalets asaltados -siempre según la versión del concejal que no coincide con la de otras fuentes-, sí que precisó atención médica y fue trasladada al hospital al sufrir una subida de tensión, y tener una patología previa que aconsejó su revisión en un centro médico. El edil también explicó que los chalets eran elegidos al azar «porque eran chalets muy normales aparentemente».
Una pesadilla
M. C. descansaba en el sofá mientras su hijo jugaba a la PlayStation en su dormitorio y su marido se disponía a salir al jardín a fumarse un cigarrillo y a comprobar si tenían conectada la alarma antirrobos cuando un ruido fuerte la sobresaltó. Se incorporó rápidamente y se acercó hacia el lugar de donde provenía el estruendo para comprobar que su marido yacía en el suelo y que cuatro hombres encapuchados vestidos de negro y con guantes blancos habían entrado en su casa (luego sabría que uno más esperaba afuera vigilando). “Nada más abrir la puerta me dieron un golpe en la sien que me tumbó en el suelo. Una vez allí me pusieron las rodillas sobre las costillas para inmovilizarme”, explica T., el propietario del chalé.
“Yo me puse a chillar nerviosa” -sigue el relato M.C.- lo que alertó a mi hijo que salió asustado preguntando qué pasaba, hasta que vio el panorama”.
El matrimonio cuenta que la pesadilla apenas duró quince minutos. “Miraban el reloj como controlando el tiempo. Pasados quince minutos se hicieron una señal con la cabeza y se fueron. Parecía que sabían muy bien lo que hacían. Empezaron a revolver los cajones y a buscar dinero y joyas, que es lo único que se llevaron. Dejaron la máquina de videojuegos, la “tablet” y destruyeron los móviles. No todos. No vieron el mío, así que cuando se fueron pudimos llamar a la Policía”.
Lo que no sabían era que minutos antes ya lo había hecho un vecino, que alertado por los gritos de M. C. se había percatado de que algo malo ocurría en la casa de enfrente.
A M. C., T. y a su hijo les queda ahora el susto en el cuerpo y el disgusto de ver su casa allanada. “Se llevaron el dinero que estábamos ahorrando para la boda de mi hija que se casa en septiembre”, lamenta la madre.
Con todo, M. C. cuenta que sus captores, con acento de Europa del Este, “no se portaron mal del todo”. “Yo les pedí que dejaran a mi hijo sentarse en el sofá mientras revolvían la casa y luego les expliqué mi marido sufre del corazón y que debe medicarse, y me dejaron ir a buscar la pastilla y agua”.
El matrimonio no sabe por qué eligieron su vivienda, un modesto chalé en obras rodeado de otros mucho más potencialmente apetecibles, pero intuye que ya llevaban días vigilando la zona y parecían conocer que el concurrido club de tenis cercano cerraba los lunes por descanso del personal.
La mala experiencia no se les borrará en mucho tiempo. “Uno de ellos tenía los ojos tan azules, que pese a llevar pasamontañas, creo que lo reconocería si le viera por la calle”.
Peor suerte tuvieron los ocupantes de otro de los tres chalés asaltados y donde una mujer de 70 años resulto herida. Al parecer, la víctima se encaró con los ladrones al ver que a uno de sus nietos le ponían una navaja en el cuello, lo que la llevó a gritar a otro de sus nietos que activara la alarma de la casa, lo que enfureció a los delincuentes, que golpearon a la anciana, que tuvo que recibir asistencia hospitalaria.