Ardo en deseos de conocer la repercusión que tendrá la ansiada rebaja del IVA para cines y comprobar que se trataba de una milonga de quienes necesitan una excusa para justificar su fracaso. Hasta ahora, hay tres noticias al respecto que no presagian nada bueno. La primera, que procede del Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda previendo que el Estado perderá 52 millones de euros en impuestos tras la reducción del 21 al 10 por ciento, millones que la Hacienda pública no va a perdonarnos a ninguno de los contribuyentes y nos los endosará en otros capítulos o con otro nombre. La segunda, de Facua-Consumidores en acción, señalando que el 70 por ciento de los cines que fueron analizados en una encuesta no han repercutido la bajada del IVA a las entradas o han reducido los precios menos de lo que corresponde. Con ello, los beneficiados son las salas de cine, no los espectadores. La tercera se refiere a la consulta realizada a las salas vizcaínas, la única conocida hasta ahora, por la que se muestra una afluencia idéntica a la habitual en el primer fin de semana tras la reducción del IVA. Con ello se demuestra que una rebaja de 70 u 80 céntimos en los precios de las entradas nada tiene que ver con la cifra que estaba establecida para el IVA. Sucede que se ha establecido una política de favoritismo injustificada. Otros como los gimnasios piden el mismo trato. Para aumentar la asistencia hacen falta películas al gusto de quién paga y no de esa España gris, con lluvia permanente, de la guerra civil... como si en España no hubiera sol, alegría y convivencia. Las obras de Almodóvar, Segura u «Ocho apellidos vascos», por citar algunos, triunfan con el IVA al 21, al 10 o al 31. Así es la vida.
