Ayer era 7 de julio. San Fermín. Y como manda la tradición, el Movistar, antes Caisse d’epargne, antes Banesto, antes Reynolds y siempre Abarca Sports, la sociedad propiedad de Echávarri primero y ahora de Eusebio Unzué, apareció en la salida de la etapa con los «pañuelicos» rojos al cuello. Directores, corredores y auxiliares. Todos, sin excepción. Los grandes jefazos también. Ayer, 7 de julio comenzaba el Tour en Noirmoutier, provincia de la Vendée. Lo hizo con una etapa llana. Extraño. Las grandes vueltas están acostumbradas a dar su pistoletazo de salida con una crono. Individual o por equipos. Las cabras, los jerseys aerodinámicos y las ruedas lenticulares desfilan antes que nadie.
Esta vez no. Etapa llana y larga. Peligro. Eso significan nervios. Nadie quiere caerse, todos los líderes y sus jefes de filas quieren pasar esas temidas jornadas en la parte delantera, para evitar las caídas. El problema es que lo quieren todos. Y la carretera, por mucho que se haya reducido en un corredor por equipo las alineaciones, no da para tantos. La consecuencia es clara. Caídas.