La alegría es ruido, música y decibelios. Y cantando y bailando entró ayer en el puerto de Barcelona la tripulación del Open Arms con las 60 personas que rescataron frente a las costas de Libia hace cuatro días, 50 hombres, cinco mujeres y cinco niños, tres no acompañados. Pese al cansancio, pese a las terribles historias que ha vivido cada una hasta llegar a un puerto seguro, porque «podrían estar muertos, pero están vivos», recordó Òscar Camps, «alma mater» de la ONG Proactiva Open Arms al llegar a tierra.
En los cuatro días que el Open Arms ha tardado en llegar a Barcelona desde las aguas del rescate, a 33 millas de Libia, 300 personas han fallecido en el Mediterráneo. Camps no se quitaba de la cabeza estas vidas que la Unión Europea podría haber salvado. Acusó a Italia y Malta de incumplir con el derecho marítimo y a la UE de cómplice.
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, aprovechó para hacer un llamamiento a los gobiernos para destinar más recursos ante esta problemática. «Llegan por fin al Puerto de Barcelona cantando y bailando. Podrían estar muertos, pero están vivos», señaló. El director de Open Arms, Òscar Camps agradeció al Ejecutivo de Pedro Sánchez la «agilidad» en autorizar el desembarco de los inmigrantes en Barcelona, pese a recordarle que es «una obligación» de todos los estados.
Los 60 inmigrantes de 14 nacionalidades tienen un permiso humanitario de 30 días para regularizar su situación. La mitad viene de países en conflicto con un perfil para solicitar asilo. Los 50 hombres que viajaban solos se alojan en la residencia Blume. Los tres menores no acompañados en centros de la DGAIA.