Una nueva técnica de estimulación cerebral profunda que, a través del uso de electrodos, dirige pequeñas descargas eléctricas a zonas concretas del cerebro ha logrado aumentar los beneficios y reducir los efectos adversos en pacientes con párkinson, temblores y distonía. Ahora, un ensayo clínico en Canadá (Estados Unidos) plantea que podría frenar el avance del alzhéimer cuando se aplica en estadios iniciales -entre un año y dos tras el diagnóstico- de la enfermedad.
La estimulación cerebral profunda consiste en un procedimiento quirúrgico que implanta electrodos para tratar una variedad de síntomas neurológicos invalidantes, que se usa con «mucha efectividad» desde hace 20 años, según ha explicado en rueda de prensa este miércoles en Barcelona el neurocirujano Jordi Rumià, del Hospital Clínic de Barcelona.
Los nuevos electrodos direccionales desarrollados en Boston (Estados Unidos) permiten ampliar el tipo de patologías a tratar -como psiquiátricas- y aumentar la corriente porque reducen los efectos adversos de los tradicionales, menos selectivos, que estimulan zonas del cerebro que no debían, pudiendo alterar el habla y la conducta, según apunta el neurólogo Francesc Valldeoriola.
Ensayo con 120 pacientes
El neurocirujano establecido en Toronto (Canadá) Andrés Lozano ha explicado que ensayarán la técnica en 120 pacientes con alzhéimer en Canadá y Estados Unidos y, en un primer estudio piloto con medio centenar de pacientes, han logrado reactivar el consumo de glucosa de algunas zonas del cerebro tras estimularlas con electricidad.
«Nos da esperanza de que esas partes del cerebro que estaban apagadas se puedan restablecer», ha dicho, tras detectar que se frena la progresión de la enfermedad, y verán si se dan mejoras, aunque ha añadido que tiene que tratarse en los dos primeros años tras diagnosticarse porque si se espera más los circuitos están demasiado destruidos para estimularlos.
Uno en cada hemisferio del cerebro
Consiste en implantar dos electrodos, uno en cada hemisferio del cerebro, en una operación quirúrgica igual a la técnica tradicional, «muy segura», con solo un uno por ciento de riesgo de complicación -como en una cirugía de apéndice- y que ya han recibido más de 150.000 pacientes con párkinson, informa Ep.
Los electrodos duran toda la vida y solo hay que cambiar las pilas cada tres o cuatro años, para lo que hay que levantar la piel en una cirugía «simple» de unos 20 minutos, y Lozano ha añadido que considera muy recomendable probar esta técnica en pacientes con alzhéimer una vez se tiene claro el diagnóstico, y se prevé la degeneración.
Lozano ha destacado que tras iniciarse el uso de esta estimulación profunda en Alemania, España ha estado entre los líderes de esta implantación, usándose en hospitales como el de Sant Pau de Barcelona -desde hace 20 años- y el Ramón y Cajal de Madrid, ha atestiguado la neurocirujana Iciar Avilés, que estudia la técnica a largo plazo.
Experiencia en el Clínic
En el Hospital Clínic de Barcelona estudian en una decena de pacientes con párkinson y temblores el uso de los nuevos electrodos direccionales, que existen desde hace un año, y los siete en los que se han empezado a realizar estímulos «se han empezado a beneficiar» de la mejora, ha añadido la estudiante de máster Maria Eugenia Contreras.
Valldeoriola, del Clínic, ha destacado que los direccionales permiten abarcar patologías como trastorno obsesivo compulsivo, depresión, síndrome de Tourette y epilepsia, aunque esta última con menos efectividad, por el momento, y se investigan nuevas dianas en el cerebro.
Barcelona ha acogido una jornada de Boston Scientific sobre este ámbito, en la que también han relatado sus experiencias sobre este tipo de estimulación el neurólogo de Wurzburg (Alemania, donde se inició el uso de estos electrodos) Jens Volkmann y el ingeniero biomédico de Cleveland (Estados Unidos) Cameron McIntyre.
También han intervenido el neurocirujano de Berna (Suiza) Claudio Pollo, el neurólogo Serge Jaumà del Hospital de Bellvitge de L'Hospitalet de Llobregat y Gabriel Salazar del Hospital de Terrassa, junto a Rumià, que trabaja en el Clinic y en el Hospital Sant Joan de Déu de Esplugues de Llobregat (Barcelona).