Se sabe que los linces, como otros carnívoros, tienden hacía la «filopatría matrilineal»: las hijas se quedan en los territorios aledaños al de la madre o incluso lo comparten. Un ejemplo de tal patrón de comportamiento se observó en una finca de la Sierra de Andújar (Jaén) en 2014 por técnicos del programa Life+ Iberlince para la «Recuperación de la distribución histórica del Lince ibérico (Lynx pardinus) en España y Portugal» y de la Fundación CBD-Hábitat. Allí se dio el caso de las hembras denominadas «Sierpe» (fecha aproximada de nacimiento 1999), «Betis» (nacida en 2005) y «Granza» (nacida en 2010): abuela, hija y nieta, respectivamente, ocupando tres territorios aledaños.
En 2014, desde la web de Iberlince describían como «Granza» había tenido una camada de tres cachorros: los primeros bisnietos de «Sierpe». «Esta vieja hembra desapareció de su territorio un par de años después, quizás con más de 16 años de edad», apuntan los técnicos del citado programa de conservación.
En 2018, se ha confirmado un nuevo caso de filopatría matrilineal: una de las cachorras de «Granza» ha tenido su propia camada. Y, «Magarza», que así han nombrado a la hembra primeriza, está residiendo, precisamente, en el territorio desocupado de su bisabuela «Sierpe».
Para compensar estos comportamientos, los machos tienden a dispersarse y moverse más. De hecho, en dos de estos territorios ocupados por las hembras de lince aludidas se ha detectado una «permutación de los machos», quizás como «estrategia para mejorar la genética», apuntan desde Iberlince.
Los responsables del programa de conservación esperan que alguno de los nuevos cachorros de «Magarza» sea una hembra y que se quede por la Sierra de Andújar y tenga cachorros que perpetúen el linaje de estos linces.
