En 1962, un joven reportero neoyorquino llamado Tom Wolfe contaba su experiencia al leer por primera vez un texto periodístico que podía leerse «como un relato breve». «Ahora se podía provocar al lector de forma a la vez intelectual y emotiva», escribió. Wolfe había sentado las bases de lo que se llamaría «Nuevo Periodismo», y que revolucionó en los años sesenta la manera de contar las cosas.
Ernst Hemingway, Jack London, Norman Mailer o el propio Truman Capote («A sangre fría») son los inspiradores de esta corriente, en la que la ficción se mezcla con la realidad. El reportaje, por primera vez, adquiría categoría literaria. Como el propio Wolfe explicaría en su ensayo «El Nuevo Periodismo» (1973), para los seguidores de esta corriente había que «tomar contacto con completos desconocidos, meterse en sus vidas de alguna manera, hacer preguntas a las que no tenías derecho natural a tener respuesta, pretender ver cosas que no se tenían por qué ver, etcetera».
Según explicó el autor fallecido ayer en Nueva York, el Nuevo Periodismo recuperó la tradición de la gran novela estadounidense de siglos anteriores. Él mismo, junto a Guy Talese o los citados Mailer y Capote, practicó un periodismo en el que, como dijo Alfredo Bryce Echenique, «la búsqueda de la objetividad solo podía alcanzarse mediante una subjetividad bienintencionada».
La búsqueda de las fuentes, el desprecio por la simpleza de la grabadora, el husmeo entre las sábanas de los personajes o las declaraciones de todos aquellos que hubieran pasado por sus vidas, aunque fuera de forma tangente, fueron algunas de las bases de ese Nuevo Periodismo que aspiró también a convertir cada pieza periodística en una pieza de altura literaria. Las revistas New Yorker, primero, y Rolling Stone, después, fueron las que levantaron las paredes de un género cimentado en los autores antes mencionados.
El libro de Tom Wolfe (publicado en España por Anagrama) es una biblia indispensable para todo el que quiera averiguar lo que significó el Nuevo Periodismo, ilustrado con una antología de textos de Rex Reed, Terry Southern, Nicholas Tomalin, Barbara L. Goldsmith, Norman Mailer, Joe McGinnis, John Gregory Dunne y el propio Tom Wolfe.