Tom Wolfe, uno de los grandes renovadores del periodismo y de la novela del siglo XX en Estados Unidos, habría fallecido este lunes en un hospital de Manhattan a los 87 años. Su muerte fue confirmada por su agente, Lynn Nesbit, quien dijo que el escritor había sido hospitalizado con una infección. Había vivido en Nueva York desde que se unió al “New York Herald Tribune” como reportero en 1962.
El Nuevo Periodismo fue el nombre dado a un estilo de escribir noticias y de periodismo por el propio Wolfe, quien cuando tenía problemas para escribir una cobertura, le enviaba a su editor una carta con una narrativa no estructurada, en vez de la pieza concisa que se esperaba de un periodista de la época.
Los artículos del Nuevo Periodismo aparecen más en revistas como “The New Yorker”, “New York Magazine”, “Esquire Magazin” y por un breve tiempo en “Scanlan’s Monthly”, fundada en 1970, pero que cerró en 1971.
A pesar de haber escrito varias novelas, el escritor estadounidense, que siempre vestía de blanco, dijo preferir “por encima de todo el género de no ficción”, cuyas fronteras con el periodismo considera muy estrechas.
De hecho, estuvo este mismo año en España para presentar su última novela, ‘Bloody Miami’ (Anagrama y Columna), una crónica despiadada de la América contemporánea que mezcla corrupción, escándalos, periodismo y un retrato de la inmigración cubana. Wofe regresaba así a la novela con su estilo desenfadado habitual.
A los 57 años, Wolfe debutó en la novela con «La hoguera de las vanidades», quizás su obra más popular, en la que quería hacer un estudio para diseccionar el Nueva York de la época. El padre del «nuevo periodismo» no veía en los últimos años su oficio con muy buenas perspectivas, pero todavía resaltaba su importancia dentro de la sociedad: «La televisión ha alterado la percepción y las nuevas generaciones tienen una mente tribal. Si les colocas delante una página escrita desconfían. Sin embargo, si les susurras algún chisme, se lo creen. Los blogs no son más que chismes. Es una lástima pero los jóvenes no quieren que nadie les pillen comprando un periódico, es algo vergonzoso», explica.