España, Italia, Grecia, Reino Unido... Muchos han sido los países europeos que a lo largo de la crisis financiera tuvieron a su banca en el ojo del huracán. Alemania, sin embargo, consiguió pasar de puntillas por todos estos escándalos y su canciller, Angela Merkel, mantuvo a sus entidades alejadas de cualquier examen que pudiera arrojar dudas sobre su estado de salud. Diez años después de que estallara la tormenta, la misma pericia que hizo que las entidades alemanes no fueran una más de las preocupaciones de los mercados, podría ser la causante de haber engordado un problema ahora mucho mayor. Y es que el Deutsche Bank, un gigante bancario con una complejidad importante de activos, se erige ahora como el mayor foco de dudas dentro del panorama bancario europeo.
Hace ya algo más de año y medio que Deutsche Bank hizo saltar las alarmas entre los analistas debido al anuncio de la multa por malas prácticas por el departamento de Justicia de Estados Unidos. Aunque el impacto final de la multa, de unos 7.000 millones de euros, ya fue digerido en la cuentas de de 2016, lo cierto es que las dudas sobre dicha entidad no han desaparecido. Según los últimos resultados presentados hace dos semanas por la entidad, el beneficio de Deutsche Bank cayó en el primer trimestre un 79%, a 120 millones de euros, y el volumen de negocios un 5%, a 7.000 millones. Tras el anuncio, el nuevo presidente del banco, Christian Sewing —que el pasado 8 de abril sustituyó a John Cryan al frente de la entidad— anunció «duras decisiones», como la reducción de la banca de inversión y una «nueva definición del núcleo» del banco.
El Deutsche cometió durante años un error de exceso de ambición: dejó de lado la banca comercial y de empresas y se volcó en la de inversión, lanzándose a competir en Estados Unidos con las grandes instituciones globales de ese país. No es casual que sea la unidad de negocio en la que ahora va a centrar todos los recortes, para reorientarse al negocio empresarial en Europa, mucho mejor visto por los accionistas alemanes que la gran banca de inversión estadounidense.
El pasado fin de semana se filtraron nuevos nombramientos en el segundo nivel de gestión de esa división que van dando forma al proyecto, con dos copresidentes (Ram Nayak y Mark Fedorcik) a los que se ha encargado rebajar costes de inmediato. Su principal objetivo a corto plazo es una reducción de costes exprés que seguramente recortará miles de empleos en esa división. El departamento que mayores y más rápidos recortes sufrirá va a ser el de banca de inversión en EE.UU., que emplea a unos 10.000 empleados de los 97.535 que el grupo tiene en todo el mundo.
En palabras de Ritchie, «se necesita más claridad de responsabilidades y más agilidad de gestión» y para eso es necesario una plantilla más reducida. La consigna es despedir «a los trabajadores malos de las secciones buenas e incluso a trabajadores buenos de las secciones malas», según ha trascendido.
Para la mayoría de los analistas, el problema actualmente va más allá de las dudas sobre la multa y apuntan a un componente mucho más peligroso, aunque menos apremiante. «La muy reducida capacidad de generar rentabilidad se une al hecho de que soporta una muy pesada estructura de costes que la convierten en una de las entidades con peor ratio de eficiencia de Europa (en torno al 90%)», explica un reciente informe sobre la entidad germana elaborado por Analistas Financieros Internacionales (Afi).
«Esa incapacidad de generar rentabilidad tiene lugar, por otra parte, en el marco de un reajuste de capacidad, que mejora costes, pero que también elimina fuentes de rentabilidad. Así, el balance de Deutsche Bank se ha reducido en casi 350.000 millones desde junio de 2016, situándose en 1,47 billones de euros, tras los procesos de venta de negocio que acometió a lo largo del ejercicio de 2017 y que va a seguir produciéndose en este presente ejercicio», apunta la consultora.
Pero, ¿cómo afectaría a la estabilidad del sistema una situación de crisis en Deutsche Bank? «Por situarlo con unas referencias cercanas, Deutsche Bank tiene un tamaño de activos totales como el Santander pero gana menos que Bankinter», explica el economista Carmelo Tajadura. «Así que el impacto sería tremendo. No voy a decir que sería como la caída de Lehman Brothers, porque las entidades financieras hoy tienen menos riesgos y más capital, aparte de que no sería tan inesperado. Pero sería un shock porque Deutsche Bank es gigantesco, cerca de 100.000 empleados, muchos inversores y accionistas. Tendría serias repercusiones en todo el sistema financiero internacional. En cualquier caso, no creo que Merkel lo dejase caer. Parece probable que eso no ocurra porque la experiencia histórica así lo demuestra, y cabría esperar que se saltase a la torera la reglamentación europea y lo rescatara», puntualiza.
Como fuere, lo cierto es que estas dudas tienen un reflejo claro en la cotización de la entidad, que no logra recuperar los niveles precrisis, es ya el peor valor bursátil de Europa en lo que va de año (-28%) y se mueve en sentido contrario a muchos de sus competidores vecinos, como por ejemplo la banca española. «Las dudas sobre la banca alemana recaen básicamente sobre Deutsche Bank, debido a las posibles multas que le lleguen fundamentalmente por su negocio de banca de inversión de Estados Unidos», confirma el gestor de fondos de inversión de Abante Asesores José Ramón Iturriaga, quien matiza que aunque el sistema financiero español ya no genera ninguna sospecha por su solvencia, sí le pesa en Bolsa la baja rentabilidad derivada del actual entorno de tipos negativos, pues la cartera crediticia de la banca española está muy expuesta el Euribor. «Es una visión cortoplacista», dice.
De hecho, las expectativas de endurecimiento de la actual política monetaria por parte del Banco Central Europeo (BCE), con subidas de tipos previstas para 2019, han mejorado notablemente la cotización bursátil de las entidades españolas. Tres entidades vuelvan a cotizar al mismo nivel que su valor en libros o incluso por encima: se trata de Bankinter (1,8 veces su precio contable), BBVA y Caixabank, cuyas acciones en Bolsa equivalen a su valor en balance. Santander (0,9) roza ese nivel y por debajo se sitúan Bankia (0,8), el Sabadell (0,7), Unicaja (0,6) y Liberbank (0,5).
«En el año 2017, pese a que persistían los elementos de presión sobre la rentabilidad del sector bancario español y europeo, el aumento en los beneficios se tradujo en una evolución en Bolsa positiva tanto para las entidades españolas como para las de los principales países europeos», señala el Banco de España en su último informe de estabilidad financiera. La cotización de los bancos españoles mejoró el año pasado de forma conjunta un 10%, pero en lo que va de 2018 ese «rally» alcita se vio truncado por el contagio de la caída brusca de Wall Street en febrero, según apunta el supervisor bancario nacional.
Alemania, sin embargo, se desliga de esta mejoría. La banca española mantiene un cociente entre el valor de mercado y el valor en libros superior al 0,9, por encima de la media europea (0,8) y doble que el de las entidades financieras alemanas que, con un 0,4 registran la ratio más baja.
Lo cierto es que estos datos están ligeramente sesgados porque en Alemania la banca cotizada se limita prácticamente al Deutsche Bank, en plena crisis, y Commerzbank, propiedad aún en un 15% del Estado desde su rescate y nacionalización en 2008. Mientras tanto, en el caso español pesa la mejor valoración de entidades como el Santander y BBVA, que solo obtienen el 30% de sus resultados en España, mientras que aquellas más expuestas al país y la política del BCE tienen aún valores más bajos. Como fuere, el ejemplo de Caixabank, la entidad con major ratio entre su valor en Bolsa y en libros, es sintomático de la confianza del mercado en las entidades españolas.
Tanto es así, que la Comisión Europea y el BCE, en su última visita a España de seguimiento de la economía nacional, hecha a principios del pasado abril, corroboraron la buena salud de la banca española, destacando su nivel confortable de liquidez, facilidad de financiación en el mercado mayorista, mejora continuada de la rentabilidad, mayor nivel de capital, reducción de morosidad, mejora en el modelo de negocio, elevada eficiencia y fuerte aumento de la nueva financiación a la economía.