Ervigio Corral, directivo de guardia en el Servicio de Asistencia Municipal de Urgencia y Rescate de Madrid (Samur-Protección Civil), se muestra preocupado tras uno de los primeros balances del inicio de las fiestas de San Isidro: «En el puesto avanzado de la pradera atendimos a 61 personas. 12 tuvieron que ser trasladadas a hospitales y tres de ellos tuvieron que ser hospitalizadas en las unidades de soporte vital avanzado». De las atendidas, «hemos advertido que muchos eran menores. En concreto 24. Algunos, con edades por debajo de 14 años». Fue esta situación la que obligó al equipo de emergencias y a la Policía Municipal a llamar a los padres de los niños para que fueran a recogerlos, confirman desde el Samur a LA RAZÓN. «La mayoría eran niños de entre 14 y 15 años».
El puesto de atención está al lado de la ermita, pegado a la fuente de agua bendita a la que acuden decenas de madrileños buscando el favor del santo. «Algunos se acercaban por su propio pie, mientras que a otros los recogieron vehículos nuestros en diferentes puntos», añaden desde Samur. Entre las diez y media y las doce y media de la noche fue cuando se registraron más intoxicaciones.
Lo cierto es que estas fiestas no dejan de ser un punto importante de botellón. Acuden menores y adultos con bolsas de plástico llenas de litronas de cerveza o de botellas de alcohol de más alta graduación. Los datos más recientes con los que cuenta el 112 son de 2016. Ese año, los efectivos del Samur atendieron a 428 menores por intoxicación etílica en la capital, desde el 1 de enero hasta el 30 de noviembre de este año. El caso más grave fue el de una niña de 14 años a la que tuvieron que trasladar al hospital. Tuvo que estar 24 horas ingresada en la UVI. Ese mismo año, una niña de 12 años falleció tras sufrir un coma etílico tras participar en un botellón durante las celebraciones de Halloween en San Martín de la Vega.
Los datos del último informe Estudes que presentó recientemente el Ministerio de Sanidad reflejan que el alcohol se mantiene como la droga más adictiva entre los más jóvenes. Siete de cada diez reconoce haber consumido alguna bebida alcohólica durante el último año. El ejemplo estaba ayer en la pradera de San Isidro donde no era difícil encontrar a un grupo de menores de 18 años bebiendo tinto de verano o latas de cerveza. Eso sí, en el mismo estudio nacional se indica que Madrid cuenta con una media más baja de borracheras que la nacional. Ésta última se sitúa en 21,8%, mientras que la de la Comunidad está por debajo del 21%.
Es por todo esto por lo que el Congreso de los Diputados ha trasladado un informe al Ministerio que dirige Dolors Montserrat para que se sancione a los padres de los menores que consumen alcohol. «Estas fiestas demuestran que la cultura del alcohol está muy asimilada y que sin multas no se va a conseguir nada», explica a este diario Francisco Pascual, presidente de Socidrogalcohol y uno de los que ha aportado su experiencia a los diputados que han elaborado el informe. «Nuestros valores siguen incluyendo el alcohol en todas las fiestas y por eso debemos implicar a los padres cuyos menores se intoxican cada fin de semana, sin ellos saberlo. Deben ser conscientes de que la vida de sus hijos está en riesgo», explica el experto.
¿Cómo afecta el consumo de alcohol a menores? «Es cierto que toman menos cantidad de alcohol que un adulto porque su cuerpo tiene menor tolerancia, con cuatro o cinco cervezas ya pierden el sentido de la realidad», sostiene Pascual. A partir de ese momento, «dejan de hablar bien, están confusos y no pueden moverse bien. Es en estas circunstancias cuando pueden llegar a perder la conciencia», añade el coordinador de la Unidad de Conductas Adictivas de Alcoy (Alicante). Eso sí, «el cuerpo es muy sabio y la conciencia se suele perder antes de entrar en coma».
Los chavales, antes de reconocer que están sufriendo una intoxicación etílica, «intentan disimularlo, o sus amigos les dan tónica con sal, intentan que vomiten lo bebido. Pero hay un problema: su cuerpo aún no ha absorbido del todo lo que acaba de tomarse y, por eso, no sirve de nada», sostiene el especialista. Además, estos intentos pueden ser perjudiciales porque «al respirar se pueden ahogar con su propio vómito».
Pascual insiste en la importancia de uno de los puntos que se acordó en el Congreso: hacer un seguimiento médico de todos los casos que se registran. Así, la futura norma podría permitir que estos episodios de borrachera se incluyeran dentro del historial clínico de cada menor, para poder hacer un seguimiento y comprobar si las intoxicaciones etílicas son fruto de un momento puntual o se repiten cada fin de semana. «A los 24 chicos a los que han tenido que avisar a sus padres deberían hacerles un seguimiento, por correo electrónico o WhatsApp y así los progenitores pueden comprender el alcance del problema», subraya el médico. El problema, como sugiere Pascual, es que «los padres no perciben el peligro. Muchos son reincidentes. Lo que falla en casa son las normas».