Disfrazada de Amélie Nothomb, la escritora belga Amélie Nothomb presentó ayer su nueva novela «Riquete el del Copete», donde traslada al mundo actual el tradicional cuento de Charles Perrault del mismo título, confesando que tiene la «sensación permanente de vivir en un cuento». Fiel a la tradición de viajar cada dos años a Barcelona, rigurosamente de negro y con sobrero de copa –va así porque, dice, «con un físico tan inane como el mío con esta indumentaria lo acabo dominando»– explicó que en esta ocasión se otorgó «el lujo narrativo, sin precedentes, de escribir una historia de amor que acaba bien, algo absolutamente prohibido en la literatura».
En «Riquete el del Copete», publicada por Anagrama en castellano y en catalán, Nothomb narra la peripecia de Déodat, un niño muy feo, pero provisto de una mente privilegiada, y de Trémière, una niña de una belleza cautivadora, pero que se muestra pasiva, para construir una novela que aborda las incertidumbres de la infancia y la adolescencia y la auténtica naturaleza del amor y la belleza.
Además de haber vuelto al cuento de Perrault para armar este artefacto literario, la novelista desveló que desde 2015 se ha lanzado a la «experiencia ingente y colosal» de leer los 137 volúmenes de «La comedia humana», de Balzac, que «sólo nos habla del amor, con un seis por ciento de las obras que acaban con un final positivo». «Si Balzac –prosiguió– se otorga ese derecho, sin querer igualarme para nada con él, pensé que yo también podía hacer un final de ese tipo, porque, al fin y al cabo, en la vida real nos encontramos con algunas parejas que, de vez en cuando, sobreviven».
El cuento le parece que es un buen camino para lanzarse a esta aventura «por su economía narrativa y porque no debes explicar el trasfondo sociológico de los personajes, lo que personalmente me cuesta un poco, porque en mi vida me he trasladado de un lugar a otro en muchas ocasiones y no me sitúo en ningún mundo concreto». En este punto, confesó que en una primera parte de su vida pensó que era japonesa, donde nació y se crió porque su padre era diplomático allí, hasta que un día se dio cuenta de que no era así. «Ahora vivo como una buena belga, aunque no se muy bien lo que eso significa, y tengo la sensación permanente de vivir en un cuento», explicó.
Admiradora de Perrault, frente a los hermanos Grimm, porque en sus cuentos «te dice que la vida tiene un riesgo y vale la pena vivirla», sostuvo que la historia que presenta ahora puede verse como otra versión del cuento de «La bella y la bestia», un relato que no la convence y la puso incluso nerviosa.