Hace algo menos de un año las bolsas encontraron sustituto al respaldo que, hasta entonces, habían dado en demasía los bancos centrales en la mejora de estimaciones de beneficio de las firmas cotizadas. Era la excusa perfecta para mantener las ganancias en renta variable, después de que la Reserva Federal iniciara la senda de la subida de tipos y el Banco Central Europeo la reducción progresiva del QE en la eurozona. Pero desde el arranque de 2018 este nuevo pilar ha empezado a tambalearse: con un recorte en la previsión de beneficios para el Ibex del 0,6% para este año y del 2% para 2019.