El intestino es un ecosistema en equilibrio y alberga una enorme comunidad de microorganismos que se ha denominado microbiota, diferente para cada persona, y puede suponer hasta 1 o 2 kilogramos del peso corporal.
Las bacterias son los microorganismos más numerosos, y la mayoría de ellas son beneficiosas para el ser humano. Una de sus funciones es el efecto barrera. De hecho, un desequilibrio en la composición bacteriana del intestino (disbiosis) puede conducir a que las paredes del mismo permitan el paso de sustancias tóxicas y gérmenes a nuestro torrente sanguíneo. De esta forma se puede estimular el sistema inmunológico y el resultado final será la inflamación.
Se está investigando la relación de este proceso con distintas enfermedades como algunos tipos de cáncer, la enfermedad de Parkinson y otras muchas patologías, pero se trata de estudios en fases iniciales. Como curiosidad, destacar que desde hace años se realizan trasplantes con materia fecal de donantes sanos para restablecer la microbiota en algunos pacientes.
La toma de antibióticos o corticoides, masticar poco los alimentos, la ingesta excesiva de carne, el alcohol y el tabaco son factores que perjudican nuestra microbiota.
Por el contrario, una dieta variada y equilibrada es muy importante para mantener sana nuestra colonia de bacterias intestinales y hay varios gestos sencillos que pueden ayudar.
El Dr. Vicente Gil Valdés, Director de Salud y Bienestar de International SOS, ofrece una serie de consejos para cuidar de la flora intestinal:
Tomar un yogurt al día, producto lácteo fresco obtenido mediante la fermentación de la leche por determinados microorganismos. Las bacterias vivas que se encuentran en este tipo de alimentos y beneficiosas para el organismo, reciben el nombre de probióticos.
Otro elemento fundamental de la dieta es la fibra, que es capaz de regenerar la microbiota, recomendándose en el adulto la ingesta de 20 a 30 gramos al día. (corresponde a 5 porciones diarias de fruta y verdura).
Distinguimos dos tipos de fibra alimentaria: La insoluble (presente en los cereales integrales, el maíz, cáscara de la manzana, legumbres, etc.) y la soluble, que forma una especie de gel en nuestro intestino. La fibra soluble es fermentada cuando llega al colon por la microbiota intestinal, favoreciendo el desarrollo de las bacterias beneficiosas y disminuyendo la cantidad de microorganismos potencialmente patógenos.
Se encuentra sobre todo en las frutas y verduras, especialmente en naranjas, manzanas, zanahorias o brócoli, entre otros. No obstante, se recomienda que la fuente de fibra sea variada para aprovechar al máximo sus propiedades. ¡Cuidemos nuestras bacterias!