Desde el pasado enero, cuando el FMI emitió sus últimas proyecciones sobre la economía mundial, el crecimiento coordinado que respaldaba el optimismo ha comenzado a mostrar tímidos signos de flaqueza. Primero fueron los miedos a un incremento de las presiones inflacionistas en EEUU, para poco después dar paso al pulso comercial instigado por la administración del presidente Donald Trump.