El taxi ha tropezado con dos piedras en su proceso de renovación para plantar cara a Uber y Cabify: su propia guerra interna y la burocracia e inestabilidad política. En los últimos meses, y ante la creciente presencia de las VTC en Madrid y Barcelona (concentran el 55% del sector), las asociaciones de taxistas han puesto sobre la mesa una serie de iniciativas para acelerar la transformación digital y adoptar su modelo al de las plataformas que no sólo no han pasado del papel si no que no cuentan con la unanimidad del gremio, que está dividido ante un enemigo común.