El cascabeleo del tiro de mulillas fue lo único que se interpuso en el minuto de silencio que tributó La Maestranza al rejoneador Ángel Peralta, “hombre de roca, fuerte y marismeño. Un dibujo entre los poemas de Fernando Villalón”, como lo describió hermosamente Alfonso Ussía en estas páginas. Se ha muerto un caballero con las espuelas puestas, el que revolucionó el toreo a caballo a base de hacerlo puro y campero. Aplicó eso que Félix Grande dijo sobre Paco de Lucía: hay que conocer la tradición para saber desobedecerla. Roto el silencio, deshecho el paseíllo, la tarde arrancó fría y acabó gélida, con ambiente más propio de Zaragoza o de Valdemorillo que de Sevilla. El frío acabó por meterse en los huesos cuando el tercero se echó a los lomos a Román. El último hálito, de toro casi moribundo, lo aprovechó para alargar el cuello cuando se le quedó debajo al valenciano, quien volvió a los ruedos el sábado en Toledo después de la cornada en su tierra. Dos cornadas en tres corridas le adornan el expediente como galones de guerra.
Pepe Moral resucitó taurinamente hace unos años con un sobrero del Conde de la Maza y volvió al camino -no todo lo que él quisiera- con las dos orejas que le cortó el año pasado a la de Miura. La Puerta del Príncipe se quedó entreabierta. Ayer también quedó en un hilo el trofeo en el cuarto -quinto en el reparto- por la muerte atravesada del estoque. Se repitió otra vez la escena. Pepe Moral mirando de reojo desde la barrera y Anabel Moreno con el pañuelo blanco emboscado en el palquillo. Lo acabó aflojando. La usía no quiso ser otra vez la “dame sans merci” del diestro de Los Palacios. Bien valieron una oreja los mejores naturales -lo mejor de la tarde- que Pepe Moral sacó uno a uno cuando la faena parecía vencida y el toro derrotado. De gran calidad el de Las Ramblas pero derrotado de los cuartos traseros. Sonó la banda de Tejera y se animó el cotarro. La corrida, metida en pleno invierno, despertó con la zocata sincera y profunda de Moral. El “bonus track” que tuvo con el sexto por la cogida de Román no sirvió para redondear la tarde. El toro apuntaba a hule y no merecía la pena tirarse de cabeza a un pozo ciego.
El público de La Maestranza estaba esperando a Curro Díaz tras la larga ausencia. Sevilla se ha quedado en ayuno artístico con Morante fuera de la feria por decisión propia. En el primero todo se quedó en un intento de poder y no ser. El viento subía los papelillos hasta los tendidos y desmadejaba al torero de Linares. Destacaron los ayudados iniciales en los que brilló ese pellizco que busca Sevilla mientras que la faena apuntaba el camino inverso al éxito: de más a menos. El toro de las Ramblas también aunque se adivinó en la bravucona embestida más tela de la que le cortó. El triunfo estuvo más cerca en el quinto. Curro Díaz conectó con Sevilla desmayándose con la mano derecha mientras sonaba “Suspiros de España”. Crujió por la vía de la estética y no tanto por la profundidad. Hay canto y cante. Los dos son bellos, pero no duelen igual. La Maestranza se entregó con el de Linares y abroncó a la presidenta por anteponer la estocada baja a la oreja. “Taquillero” fue el toro de la corrida. La taquilla se quedó a medias. El cartel era de aficionados y uno de los más interesantes de la feria. Los que se quedaron en su casa se perdieron la izquierda noble de Moral.