Esta primavera de 2018 recién estrenada puede que sea la de la gran paradoja para los alérgicos: la peor temporada desde hace tres años en cuanto a virulencia de la alergia al polen coincidirá con el año más glorioso para la investigación de un remedio definitivo. Y es que, mientras las lluvias del invierno, excepcionalmente abundantes en buena parte de la Península Ibérica, preparaban el camino para una lujuriosa floración primaveral, un equipo de investigadores europeos daba un paso definitivo para inaugurar una nueva era en el tratamiento de las alergias. Vayamos con los datos.
Los 16 millones de personas que sufren (sufrimos) en España algún tipo de enfermedad alérgica miramos con preocupación la evolución de las lluvias y los cambios de estación. El calor y la humedad son los dos factores principales a la hora de establecer previsiones sobre la virulencia de las alergias. Las lluvias previas a la estación de floración (exactamente lo que hemos vivido en estos últimos meses) favorecen el aumento de la masa vegetal y, por lo tanto, la presencia de mayor cantidad de pólenes en primavera. Pero si las lluvias se mantienen durante marzo y abril (o se extienden aún más hacia las proximidades del verano) los pólenes tienden a quedar confinados a baja altura, pierden capacidad de expansión por el aire y las alergias son menos virulentas. Lo mejor para los alérgicos, entonces, es que no deje de llover.
Otro factor fundamental para entender la evolución de esta patología es el calor. Si a comienzo de primavera se produce un aumento considerable de las temperaturas, el ciclo de vida de los pólenes se acelera y la duración e intensidad de las alergias disminuye. Lo ideal para un alérgico, pues, es que la primavera o sea muy calurosa o siga siendo lluviosa.
Aunque los modelos aún son inciertos, según la Agencia Estatal de Meteorología, para el periodo de marzo a mayo de este año hay una probabilidad ligeramente superior de que las temperaturas estén en el tercil superior en toda España (que se encuentre en la gama de más calor registrado entre 1981 y 2019). Pero la desviación es muy pequeña y también existe mucha tendencia a que las temperaturas se mantengan. En cuanto a la precipitación, se observa una ligera tendencia a la presencia en la gama baja de lluvias. En definitiva, es muy probable que tengamos una primavera de temperaturas suaves tirando a altas y precipitación media tirando a baja: lo peor para el alérgico.
Aún así, fuentes de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (Seaic) aseguran que la incidencia de las alergias, aunque será evidentemente mayor que en 2017, continuará siendo moderada. El año pasado, la patología afectó de manera muy suave, entre otras razones por el aumento repentino de las temperaturas que se registró al comienzo del ciclo polinizador.
Atendiendo al número de gramíneas recogidos, podemos clasificar una primavera como muy leve (con menos de 1.000 granos/m3), leve (menos de 4.000 granos/m3), moderada (entre 4.000 y 6.000 granos /m3) o intensa (más de 6.000 granos/m3). En 2018 todo indica que pasaremos de leve a moderada.
Según las previsiones de la Seaic, Aragón, Castilla y León, Castilla-La Mancha y Madrid vivirán una primavera moderada. Extremadura sufrirá unos niveles moderados o altos. En algunas localidades andaluzas como Sevilla se esperan valores superiores a 5.606 granos/m3. Las peores localidades para vivir siendo alérgicos este año serán algunas zonas de Extremadura, Toledo, Ciudad Real, Madrid, Jaén y Sevilla.
A todo ello hay que añadir un factor que no siempre se tiene en cuenta: la contaminación derivada de los motores de combustión. Un reciente estudio del grupo de investigación en Neumología del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona demuestra que la contaminación provocada por las partículas en suspensión emitidas por los vehículos diésel potencia la aparición de alergias. Los resultados fueron publicados en la revista «Plos One» y evidencian que «unos niveles de alérgeno que por sí solos no dan alergia, cuando se combinan con las partículas diésel sí la producen». Las pruebas se realizaron con ratones a los que se les hacía inhalar soja y partículas diésel: mientras que suministrando solamente soja no se detectaban síntomas de asma alérgica hasta que no se llegaban a los cinco miligramos por mililitro de soja, cuando se combinaba con partículas diésel bastaban con tres miligramos por mililitro para dar lugar a una reacción asmática. La combinación de alérgenos como el polen de gramíneas o cupresáceas con partículas de gasoil en las grandes ciudades puede agravar considerablemente el problema.
El principio del fin
Ante la incertidumbre sobre la evolución de la patología este año, se presenta ahora la buena noticia que llega desde Europa. Un equipo de investigadores del departamento de Ingeniería Biomédica de la Universidad de Aarhus en Dinamarca ha descubierto un mecanismo de funcionamiento de los anticuerpos que podría servir para inactivar de manera definitiva la respuesta alérgica de un individuo. Cuando un paciente desarrolla una alergia a una sustancia cualquiera, su cuerpo produce grandes cantidades de una molécula llamada inmunoglobulina E (IgE). Esta IgE se une a un tipo de células y provoca la secreción de histaminas, que son las que generan los síntomas de la alergia. Pero, ¿y si se pudiera cortar el canal de comunicación entre la inmunoglobulina y las células que reaccionan ante ella? Los autores del trabajo han logrado bloquear esa relación por primera vez. De momento, sólo lo han logrado en células ex vivo y en condiciones de laboratorio, pero mantuvieron los tejidos libres de alergia durante 15 minutos. No importa la exposición a grandes cantidades de alérgenos, ni la producción masiva de IgE, al no haber comunicación entre la sustancia y las células, no se producían histaminas.
El trabajo se basa en el uso de anticuerpos que puedan interferir en el correcto funcionamiento de la inmunoglobulina. De momento se está lejos de poder usar estos anticuerpo de manera masiva, pero los autores del estudio creen que es el primer paso serio hacia una terapia única y global para todos los tipos de alergia.
Quizá, dentro de unos años, no tengamos que mirar cada primavera las predicciones de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica para la temporada. Por ahora, tendremos que conformarnos con saber que este año las alergias serán peores que en 2017, pero tal vez no tan graves como para preocuparse en exceso.