El ocaso del líder, la imagen que rompió el corazón a la izquierda latina. Ayer, tal y como informaron medios brasileños, el ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva se entregó a la Policía horas después de participar en una misa en memoria de su fallecida esposa. El líder del Partido de los Trabajadores (PT) cumplió así con lo estipulado por el Supremo Tribunal Federal, que le negó el habeas corpus el pasado jueves tras ser condenado por un tribunal de segunda instancia a doce años y un mes de prisión. Lula ha sido sentenciado por corrupción pasiva y lavado de dinero al recibir un apartamento en la playa a cambio de favores a una constructora durante su gestión.
El ex mandatario se entregó 26 horas después de que se cumpliera el plazo dado por el juez Sergio Moro para ingresar en prisión. Lula no quiso dar ese paso antes de la ceremonia en memoria de su esposa, celebrada en la sede del sindicato metalúrgico donde empezó su carrera sindical y política, en Sao Paulo, donde ayer fue aclamado por sus seguidores al subir al escenario en compañía de la ex presidenta Dilma Rousseff. A su lado había cientos de fieles con camisas rojas, portando carteles en los que podía leerse: «Lula libre, guerrero». Para la misa, el ex presidente eligió personalmente la música. En ese momento ya sabía que se iba a entregar. Al menos así lo adelantó Humberto Costa, senador del Partido de los Trabajadores, la formación de Lula.
Durante su discurso ante sus seguidores, Lula dijo: «Voy a atender el mandato de ellos. Y voy a atenderlo porque quiero mostrarles lo que es responsabilidad y para poder probar mi inocencia». El ex líder sindicalista –que desde el jueves, cuando fue ordenada su prisión, se acuarteló en la sede del sindicato– añadió: «No estoy por encima de la Justicia. Si no aceptase la Justicia no habría creado un partido político sino promovido una revolución», agregó. «Creo en la Justicia, pero en una Justicia justa, con un proceso basado en pruebas concretas», insistió.
Admitió que cuando visitó recientemente la frontera de Brasil con Uruguay le dijeron que atravesara la calle para refugiarse en el país vecino o que pidiera asilo en la embajada de Bolivia, pero que les respondió que prefiere enfrentar directamente a sus acusadores y que los va a enfrentar aceptando el mandato de prisión. «Lo hago porque sé que la historia va a probar que quien cometió un crimen fue el comisario que me acusó, el fiscal que fue injusto conmigo y el juez que me condenó», afirmó.
La ex presidenta Rousseff dijo que «Lula se inspiró en los valores de San Francisco», al igual que el Papa Francisco. «Lula es un hombre de religión y de fe», consideró la política. Distintas personalidades se acercaron para darle su respaldo. Uno de los primeros en llegar fue Vanderley Luxemburgo, ex entrenador de la selección brasileña de fútbol. «Vine a prestarle mi solidaridad a un gran amigo», dijo.
A Lula se le veía visiblemente furioso durante su discurso: «No voy a parar de soñar porque soñando soy alegre. Esto no se va detener por encarcelarme. Cuantos más días me dejen en la prisión, más lulas van a nacer en este país. Ellos van a darse cuenta que el problema de este país no es Lula. De nada les sirve impedirme andar por este país porque habrá millones de lulas andando», aseguró. Cuando terminó de hablar fue literalmente transportado en volandas por la multitud mientras llevaba un ramillete de margaritas en las manos.
El ex presidente dijo que el único crimen que cometió fue haber luchado para reducir la pobreza en Brasil, para ofrecerle universidad a los jóvenes pobres y para mejorar la condición de vida de los brasileños, lo que, en su opinión, los ricos no le perdonan. «Y si es por ese crimen que me condenaron, les digo que voy a seguir siendo un criminal porque vamos a hacer mucho más por este país», dijo.
A pesar del retraso en entregarse, el juez Sergio Moro no le consideró un fugado de la Justicia ni procedió a decretar la prisión una vez vencido el plazo de las 17 horas del viernes. De modo el ex jefe de Estado siguió en libertad, sin que se hubiese dado la orden de su encarcelamiento. Una medida de gracia otorgada para impedir disturbios.
La tensión fue creciendo notablemente en los alrededores de la sede del sindicato, en Sao Paulo, sobre todo cuando cientos de seguidores impidieron que Lula saliera para entregarse a la Policía. Finalmente logró poner sus pies en la calle para puso rumbo a su destino.
La Policía anunció que enviaría un vehículo no institucional para trasladar al ex presidente hasta el aeropuerto y de ahí a Curitiba, en un avión privado. Cientos de personas salieron también a las calles para mostrar su alegría por el arresto del ex presidente, poniendo de manifiesto la polarización que la figura de Lula genera en su país.
En Curitiba ingresará en una celda especial, que cuenta con una cama, una mesa con sillas y un baño, y estará aislado del resto de detenidos. Esa sala especial reservada para Lula tiene 15 metros cuadrados, se ubica en el cuarto piso de la sede y ha sido habilitada para él en virtud de su condición de ex mandatario.
La Policía indicó, además, que el líder del Partido de los Trabajadores sólo podrá recibir visitas de sus familiares más próximos los miércoles, mientras que el resto necesitará una autorización judicial.
En la sede de la Policía Federal de Curitiba se encuentran 20 detenidos, siete de ellos por el caso Petrobras, el gigantesco escándalo de corrupción destapado en el seno de la petrolera estatal por el que ha sido condenado Lula, además de otros importantes políticos y empresarios.
Además, Gilmar Mendes, magistrado del Supremo y presidente del tribunal electoral, dijo ayer que Lula da Silva ya está definitivamente fuera de la carrera electoral para los comicios de octubre. Aunque ya es un preso más, en agosto esa corte decidirá si puede seguir en la carrera presidencial. El juez descartó ayer esa posibilidad: «Es inelegible».