Cuando Ildar Abdrazakov tenía unos 20 años y estaba estudiando en el Instituo de Artes de su ciudad natal, Ufá, tenía una idea en la cabeza, ser actor o cantante pop, una especie de Meat Loaf de los Urales. Sin embargo, sus estudios clásicos, siguiendo los consejos de su madre, célebre pintora, y su padre, director de escena, le hicieron tropezarse con una obra que le cambiaría la vida para siempre. Ya de pequeño su padre le había usado como actor en muchos de sus proyectos teatrales y fílmicos y sabía que le gustaba meterse en la piel de otros, y cuanto más grandes y superlativos mejor.
En una de sus clases, vio una grabación de una puesta en escena de «Attila», la patriótica ópera de juventud de Giuseppe Verdi. Simon Ramey era en ese montaje el temible rey de los hunos y su impotente presencia, su elegancia, su arrebatador carisma le volvieron loco. «Fue un amor a primera vista. Desde ese momento mi obsesión fue prepararme para poder cantar el rol», señala Abdrazakov, que por primera vez se tropezó con ese personaje más grande que la vida misma con el que siempre había soñado desde pequeño.
No tardaría ni un lustro en poderse sacarse la espina. «Si tenemos en cuenta que Attila es un hombre de los Urales, y yo soy un hombre de los Urales, parece que estaba destinado a este rol», insiste el bajo. Después de que Riccardo Muti lo descubriese en 2004 y lo catapultase al olimpo de los grandes bajos, «Attila» ha sido su obra fetiche. Incluso en 2010 pudo llevarla a escena en el MET de Nueva York, con Muti como director y ¡el mismísimo Simon Ramey como el Papa León I. «Fue como un sueño, cerrar el círculo, una noche muy especial», recuerda Abdrazakov.
En ese montaje, Muti tenía como ayudante de dirección a la joven Scperanza Scappucci, que ahora es la directora de orquesta de la versión concierto de «Attila» que se podrá ver en el Gran Teatro del Liceo. «Es casi la misma persona, pero con otro pelo», bromea Abdrazakov. De esta forma, el 6 y 8 de abril se podrá ver en el coliseo lírico esta gran ópera del canon verdiano que hacía 34 años justos que no se cantaba en el Liceo. «El problema de esta pieza es que requiere de un excelente elenco. Sin los cantantes adecuados no tiene sentido hacerla, y ahora tenemos a los protagonistas perfectos», asegura Christina Scheppelmann.
Junto a Abdrazakov, subirán al escenario la soprano dramática Anna Pirozzi, que debutará en el teatro barcelonés y en el rol de Odabella, personaje que parece haber sido creada con ella en mente. «Es un rol que requiere mucha resistencia física, una mujer muy italiana que ama su patria, a su padre, al que acaban de matar y a Floresto, una mujer muy combativa, capaz de insultar a Attila para seducirlo y utilizarlo para vengar la muerte de su padre. Soy napolitana y me siento muy identificada», asegura Pirozzi.
El resto del elenco incluye al barítono ruso Vasily Ladyuk, que en 2005 se llevó el primer premio del Concurso Tenor Viñas en el Liceo, en el papel de Ezio, el general romano. «Me siento muy cómodo con el estilo verdsiano y cdon un rol tan heroíco como éste», comenta Ladyuk, que defiende un personaje capaz de decir a Attila que se quede con el Universo entero, pero que le deje a Italia a él. El tenor Josep Bros, en el papel de Foresto, Josep Fadó como Undino e Ivo Stanchev como el papa León I completan el extraordinario cast.
La versión que presentará el Liceo será la íntegra para marcar todos los matices psicológicos de la partidura de Verdi, una exaltación patriótica que, si no cuenta con las voces adecuadas, puede parecer banal y repetitiva. «Pueda parecer una ópera sencilla, pero por ese motivo tiene una gran dificultad. Es una partitura muy elegante, con muchos colores, de un Verdi joven que experimenta», comenta Scappucci.
Una cabaletta, dos cabalettas
Para la maestra, la pieza tiene «una escritura cromática muy atrevida. Hemos trabajado mucho con la orquesta y el coro para buscar los colores de la partitura, que cada momento tenga su exacta carga psicológica». Para Scappucci, el juicio de repetitiva que ha tenido la ópera es injusta y lo argumenta afirmando que «la segunda ‘cabaletta’ aunque parece igual que la primera es distinta, con un estado psicológico diferente de la primera, no es ninguna repetición, pero para enfatizarlo necesitas grandes cantantes. Por suerte, nosotros los tenemos».
La ópera se sitúa en el siglo V, en la invasión de Italia por parte de Attila. La acción arranca en Aquilea, donde el rey de los hunos acaba de matar a su señor y su hija, prisionera, intentará seducir al tirano, que quedará prendado de ella, para matarlo y vengarse.
