Conforman en los titulares, lo serán en los anales, una pareja ya indisoluble. Igual que Daoiz y Velarde o Simon & Garfunkel, como Agamenón y el porquero e incluso, cantaba un viejo grupo satírico, «como Ramón y Cajal». En política, las parejas tienden a disgregarse con el tiempo excepto cuando comparten lecho además de poder, pero estos dos socialistas, al contrario que sus conspicuos predecesores Felipe y Alfonso, se sucedieron el uno al otro durante un cuarto de siglo para acabar fundiéndose en un solo cuerpo. No pueden ser más distintos Chaves y Griñán, Manolo y Pepe para los conmilitones, que se parecen como un huevo a una castaña pero presentan una trayectoria idéntica del Ministerio de Trabajo al banquillo pasando por San Telmo y por la (nada) simbólica presidencia del PSOE. Trabajaron juntos y se apreciaron sinceramente siendo el uno mandamás de la Junta y el otro su todopoderoso consejero de Economía, se separaron porque venalidad insaciable y honradez calvinista nunca casan bien; y ahora, delante del tribunal que todo lo iguala sin estar presidido por San Pedro, vuelven a aparecer unidos dentro de ese sumario mal instruido y bien destruido que en pésima hora hicieron soltar a, con todos sus defectos, Mercedes Alaya. Una familia se ha enriquecido para varias generaciones y la otra padece estrecheces de burgués venido a menos, dos situaciones en absoluto equiparables cuando se juzgan presuntos delitos económicos. ¿Y? Pues que el oligarca planea cómo disfrutar de su fortuna mientras que el depauperado se consume entre pesadillas de un horizonte carcelario. Seis años le piden y nada para su antiguo cuate, en el colmo de la injusticia. A no ser que la minuciosa demolición del caso perpetrada por De Llera y su amiga Bolaños haya resultado tan eficaz como nos tememos.