La de Trujillo ha sido la primera misa pública en Perú y la más multitudinaria de esta gira del Papa en Latinoamérica. Una celebración a la que asistieron unas 200.000 personas y en la que el Papa argentino abordó algunos de los problemas que más afectan al país andino. Situada en la costa norte de Perú, Trujillo es la tercera ciudad más poblada y también una de las más turísticas. Además, fue la principal afectada por el fenómeno de El Niño, que asoló sus costas en abril de 2017 y causó graves inundaciones y la muerte de más de 100 personas.
Francisco llegó a primera hora de la mañana al aeropuerto y fue recibido por un grupo que bailó ante él una marinera norteña, uno de los cantos más tradicionales del país. Pero, sin duda, lo más impactante fue la cantidad de personas –se contaban por miles– que se echaron a la calle para darle la bienvenida. De hecho, tal era la marea de personas que aguardaban la llegada del Pontífice, que el trayecto del papamóvil en su camino desde el aeródromo hasta la playa de Huanchaco (Trujillo) se hizo difícil. «Que el Papa esté aquí es un sueño hecho realidad», contaron a LA RAZÓN Liliana y Ernesto, que junto a unos amigos esperaron más de siete horas para poder ver durante unos instantes al Pontífice.
Uno de los puntos más fuertes de su homilía fue el recuerdo del tortuoso verano que sufrió la ciudad el año pasado, cuando las inundaciones provocaron «consecuencias dolorosas» que «todavía están presentes en tantas familias, especialmente en aquellas que todavía no han podido reconstruir sus hogares». «También por esto quise estar y rezar aquí con ustedes. A esta Eucaristía traemos también ese momento tan difícil que cuestiona y pone muchas veces en duda nuestra fe», dijo Francisco a la multitud congregada. A continuación, con una reflexión sobre el evangelio, exhortó a los peruanos a «llenar nuestras vidas con ese aceite que permite encender nuestras lámparas en las múltiples situaciones de oscuridad y encontrar los caminos para salir adelante».
En su discurso habló también sobre algunas problemáticas que vive el país y en concreto Trujillo. Entre ellas el «sicariato» y «la inseguridad que esto genera». A parte de las «tormentas que afectan a nuestras costas», hay otras, dijo Francisco, «que nos cuestionan como comunidad. Se le llaman violencia organizada, como el ‘‘sicariato’’», alertó Jorge Mario Bergoglio. Ante este desafío, continuó, «no hay otra salida mejor que la del Evangelio: se llama Jesucristo. Llenen siempre sus vidas de Evangelio».
El Papa también repitió dos veces con fuerza que «los peruanos tienen derecho en este momento de su historia a que no les roben la esperanza», en alusión a la corrupción que sacude el país y que ya denunció en el encuentro con las autoridades y el presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski en la tarde del viernes.
Fiel a su actitud de estar siempre cerca de los más débiles y necesitados, después de la misa, el Papa recorrió el Barrio de Buenos Aires, uno de los más pobres de Trujillo y que más sufrió las consecuencias de las inundaciones. Por la tarde celebró un encuentro con sacerdotes y religiosos en el Colegio Seminario San Carlos y San Marcelo y a última hora de la tarde presidió una celebración mariana. En ella, con tono contundente, condenó «el feminicidio» y pidió luchar contra «esa plaga que afecta a nuestro continente americano»: «Son muchas las situaciones de violencia que quedan silenciadas detrás de tantas paredes... por eso les invito a luchar contra esta fuente de sufrimiento pidiendo que se promueva una legislación y una cultura de repudio a toda forma de violencia», clamó Francisco.