El Atlético pierde el rumbo, Simeone no da con la tecla y el Girona se fue del Wanda con un punto en la mochila merced a los errores de los rojiblancos. El partido no tuvo mucho, primó más la táctica y el control que el buen juego y los goles de Griezmann y Portu sirvieron para firmar un empate, que se celebra en la capital catalana y se llora en Madrid porque la Liga –aunque sea prácticamente del Barcelona– se aleja un pasito más mientras el Valencia y el Real Madrid aprietan en pos de la segunda plaza.
Se ha llenado de jugadores el Atlético –Vitolo y Diego Costa– y parece que el banquillo se ha llenado de dudas. Da la impresión, de que Simeone tiene tanto para elegir que nunca acierta. Además, el equipo ha perdido la consistencia que tenía cuando se ponía por delante en el marcador y si el otro día fue el Sevilla, ayer fue el Girona el que logró empatar a falta de quince minutos cuando Diego Costa, con molestias, y Griezmann –los artífices del único gol del equipo– ya no estaban.
Simeone, quizá, pensó en el Pizjuán –lo de seguir en la Copa es más complicado casi que el regreso de Puigdemont, hincha del Girona– y Koke y Gabi no aparecieron en el once. Lo hicieron Carrasco y Correa, por lo que todo el trabajo recayó en Thomas porque Saúl lleva unos días sin galones. La apuesta era ofensiva, pero el ritmo de principio era lento y el planteamiento de Machín –con cinco defensas– demasiado solvente para los rojiblancos.
El primero que consiguió saltarse las líneas enemigas fue Correa, pero en su mano a mano con Bono ganó el marroquí con una excelente parada. Fútbol control, mucha táctica y errores en el juego profundo y vertical que proponía el Atlético. Diego Costa se desmarcaba una y otra vez y suyo fue el pase de cabeza a Griezmann para que el francés rompiese el partido, en una jugada iniciada por Thomas. Alivio rojiblanco porque el Girona no daba señales de vida en ataque. Su perfecto despliegue táctico, con Mojica y Aday abriendo el campo por las bandas, no encontraba nada más que los balones aéreos para que el gigante Olunga los bajase para la llegada de la segunda línea, en la que Portu era el más revoltoso.
El guión estaba en la libreta del Mono Burgos y de su jefe. El Atlético, dominador, pero poco efectivo y sin velocidad y precisión en la circulación de la pelota, le había dado un azote al Girona, que perdía al meta Bono, lesionado, y era Gorka Iraizoz el que comparecía en el segundo acto en el que todo siguió igual hasta que se retiró Diego Costa. Carrasco tuvo su gol en una acción parecida a la de Correa, pero Gorka acertó.
El cambio de Griezmann por Koke –desacierto del Cholo– no le dio la pausa deseada al equipo y Portu aprovechó un error del canterano en el despeje para poner una pica en el Wanda. El Girona encontraba petróleo en San Blas porque el Atlético no encontró el rumbo. Vitolo, que salió del banquillo, estuvo igual de gris que sus compañeros. No tuvo tiempo de mostrar sus cualidades en los minutos finales en los que el equipo apretaba. Gameiro no estaba inspirado. Lo mismo que Carrasco, al que le pierde la conducción y sus regates. También Correa se empeñó en atravesar paredes imposibles y el Atlético fue tan previsible como lo está siendo a lo largo de la temporada. Y no encajó el segundo gol porque Oblak, en acción polémica que el árbitro saldó con tarjeta amarilla, salió de su portería para derribar a Olunga. Hubiera sido demasiado castigo.
El punto le vale a Machín y a su disciplinada tropa –a los que los rojiblancos no han sabido derrotar en los dos partidos– para demostrar que sabe a qué juega. ¿Y el Atlético? Anda despistado, sin soluciones y a Simeone se le acumula el trabajo porque el equipo juega mal y no está en la senda correcta. En tres días todo se puede ir por la borda –Liga y Copa– y agarrarse a la Liga Europa va a ser muy duro cuando quedan cuatro meses de competición. «Ni con Diego Costa tienen mis males remedio», seguro que exclama el Cholo, el más optimistas de los rojiblancos.