«Con lo a gusto que estaban en el Calderón», se lamenta con una media sonrisa un hombre que intenta bajarse del metro en la estación de San Blas. La queja era sólo por el incremento del número de viajeros en los días de partido, en los que parece una heroicidad llegar hasta la puerta de salida y el espacio que queda libre es rápidamente ocupado por cuatro aficionados rojiblancos que suben al vagón. La opinión del viajero del metro es compartida por muchos de los vecinos del barrio. Lamentan que en los días de partido no es suficiente. Y el apuñalamiento el pasado miércoles de un joven en las cercanías del estadio les ha dado más argumentos.
«Sabes en qué bar fue lo del otro día, ¿no?», le comentaba un chaval a su amigo en el metro. «Mi madre me ha dicho que tenga cuidado», decía con el tono del joven que piensa que su madre es una exagerada. Como todos. El ambiente alrededor de los bares de la zona donde se produjo la agresión era tranquilo, más allá de la curiosidad de algunos por el lugar donde se había encontrado el arma.
El despliegue policial era el habitual en cualquiera de los partidos que se juegan en el estadio Metropolitano. El encuentro no había sido declarado de alto riesgo porque no había peligro de enfrentamiento entre las aficiones. Ni el número ni la actitud de los aficionados del Girona hubiera justificado esa calificación.
Y en las cercanías del estadio, cuando la gente ya se iba metiendo en el partido, todo parecía en orden. La agresión del pasado miércoles no alteró el estado de ánimo de la hinchada rojiblanca, que se aproximaba a su localidad pensando en sus cosas. «Le voy a pedir a mi padre que me compre la camiseta de entrenamiento y el pantalón de juego», decía una adolescente a otra a las puertas del Metropolitano. «El backgammon como juego rápido de mesa no tiene discusión», sentenciaba un seguidor del Atlético ante el asombro de su acompañante. Otras conversaciones se centraban más en lo terrenal. «Papá, podías haber hecho los bocadillos en casa», le decía un hijo a su padre. «Sí. Y las albóndigas de la semana y las lentejas para comáis tú y tu chica. Y los espagueti», respondía. Hay cosas que no cambian. La vida, como el fútbol, continúa alrededor del Wanda Metropolitano.