La situación parece enrocada en estos días previos a fin de año. Junts per Catalunya no se mueve de sus posiciones. Puigdemont debe ser investido presidente y Carme Forcadell elegida presidenta del Parlament, reivindicando la legitimidad del gobierno anterior al 21-D. En ERC, tampoco se mueve pieza porque «el balón está ahora en el campo de Convergència». O sea, «que expliquen ellos como piensan hacerlo president», a la espera de impulsar la candidatura de Oriol Junqueras a la presidencia de la Generalitat. Forcadell mantiene silencio con respecto a la oferta de Puigdemont. Junts per Catalunya mantuvo ayer un discreto silencio, incluido Puigdemont desde su mansión navideña sobre el menosprecio recibido de Forcadell a su propuesta. La situación empeora cada día que pasa porque el día 20 puede ser el que elija Rajoy para convocar la constitución del Parlament. Ese día, si todo sigue igual, es decir, Puigdemont y sus cuatro compañeros de viaje en Bruselas no renuncian a sus actas de diputado y no están presentes en el hemiciclo, sólo asistirán 130 diputados, contando que el juez Llanera permitiera a los tres diputados internados en Estremera asistir.
El empate a 65 escaños, entre independentistas y constitucionalistas, podría hacer presidente a un miembro de Ciudadanos, si este empate persiste en cuatro votaciones, por ser el partido con mayor número de diputados.
Los Comunes de Xavier Domènech están incómodos en esta posición. Sus ocho diputados sólo serían útiles al bloque constitucional y, sobre todo, a Cs. Se niegan a ser meros espectadores en el nuevo Parlament y piensan en la estabilidad del gobierno de Colau, que se ha quedado sin socios estables en el Ayuntamiento de Barcelona.
Por eso, en sectores de los Comunes, e incluso en sectores independentistas no oficiales, se piensa en una alternativa para desbloquear la situación de la formación de la Mesa del Parlament que evite que Cs se lleve el gato al agua. Esta alternativa es Domènech. El líder de los Comunes tiene buenas relaciones con el mundo independentista.
Con este movimiento, Domènech rompería la actual división en dos bloques y excluiría a la CUP de un papel capital en la nueva etapa política y, llevaría a la unilateralidad al cajón de los recuerdos. Además, una presidencia de Domènech volvería a poner sobre la mesa el «referéndum pactado» y, sobre todo, daría a los Comunes un papel en esta legislatura a pesar de los malos resultados. En el independentismo, se ha reaccionado con prudencia ante la propuesta apuntando que «los Comunes deberían comprometerse a algo más que a una abstención en la investidura», del nuevo presidente, lo que «minimizaría la presencia de Puigdemont en el Parlament», porque «los 65 diputados independentistas presentes más los 8 Comunes dan lugar a cómodas mayorías», sobre todo, si el candidato es Junqueras y no Puigdemont.
Además, los Comunes tendrían potenciales aliados en lo que resta de legislatura municipal, que se espera movida, porque Colau recuperará el perfil de izquierda alternativa que ha perdido en estos tres años, con medidas como la remunicipalización de la gestión del agua. Y un elemento nada desdeñable. Con su acuerdo con los independentistas se garantizaría que su electorado partidario de la secesión buscará acomodo en otras candidaturas, algo básico tras el desastre electoral de las autonómicas que la sitúa como quinta fuerza.
Este engranaje se mueve lentamente, pero se hace paso en los debates. La dicotomía ERC-JxC está estancada. Mientras los republicanos esperan que «Puigdemont pinche el globo y se olvide de propuestas surrealistas», como la reforma del Reglamento para que pueda ser elegido presidente sin volver a España, y Puigdemont sigue anclado en una lucha personalista, son muchas las voces que en el independentismo reclaman un análisis crítico de la situación. Entre ellos, el propio Junqueras que quiere ser presidente a la espera de su puesta en libertad, mientras que Puigdemont no parece que tenga ganas de abandonar su exilio. Junqueras ha postulado la necesidad de ampliar la base social del independentismo y de alcanzar acuerdos con otras fuerzas, siempre señalando a los Comunes. La candidatura de Domènech podría abrir estas puertas dado que el líder morado sólo afirmó que sus votos nunca harían presidente a Puigdemont.
El gran damnificado de esta operación sería Pablo Iglesias que sumaría un nuevo problema a su desgaste electoral en las encuestas que muestra una debilidad de discurso en el conjunto de España. Domènech en cambio se libra de Cs, busca apoyos para Colau, los Comunes recuperan un protagonismo perdido, deja a la CUP sin sus bazas unilaterales, recupera el referéndum pactado, rompe los bloques, y arma la posibilidad de llevar a Junqueras a la presidencia, dejando a Puigdemont en fuera de juego.