El euro no ha funcionado, por ahora, como motor de convergencia económica entre los países de la Eurozona. En el periodo 1999-2016, la brecha de renta per cápita entre países ricos y pobres se ha mantenido o incluso se ha incrementado, mientras que los países de la UE que no acogieron la divisa única en 1999 han registrado de forma general un mayor crecimiento y convergencia. Aunque el euro no es el principal culpable de esta situación (correlación no siempre implica causalidad) sí ha podido enmascarar los problemas de algunos países que ya venían de largo y, por ende, ralentizando las reformas para subsanarlos. | El éxito de los países bálticos: la 'receta' para lograr un crecimiento "fulgurante"