Durante las últimas décadas, el catalanismo ha intentado imponer el estereotipo de que todos los catalanes que encontraban simpática la idea de España eran algo así como unos tipos lúgubres, incultos, matones, incapaces de debatir y razonar. Pero ningún arquetipo de ese estilo se veía ayer entre los asistentes a la manifestación de Barcelona. Lo que había es mucha fiesta, mucho sentido del humor y una vitalidad remarcable.