Un decepcionante empate sin goles con el Qarabag disparó este miércoles las dudas del Atlético de Madrid en la Liga de Campeones, incapaz de doblegar a un rival menor en Europa, con sólo dos puntos en tres jornadas y con la clasificación para los octavos de final más que comprometida.
Todo dentro de su frustrante partido en Baku, en el que le faltó pegada en ciertos momentos, como el tramo final del primer tiempo, pero en el que, en líneas generales, completó un encuentro horrible, muy por debajo del nivel que tiene el conjunto rojiblanco, incluso contra diez desde el minuto 74, cuando el árbitro entendió como simulación de Ndlovu un penalti cometido por Diego Godín.
El Atlético funcionó al ralentí. Quizá condicionado por la presión, quizá porque el equipo no está tan bien como recalca su técnico, el argentino Diego Simeone, o quizá porque cada encuentro tiene más dificultades de las aparentes, sus altibajos fueron evidentes, también sus imprecisiones, demasiadas para este bloque.
Casi siempre durante los 90 minutos, la primera media hora una transición insustancial hacia el terreno del Qarabag, un equipo que está en la Champions pero del que aún le separa una distancia abismal del nivel del torneo, por mucho que intente mover el balón o salir a la contra. Ahí terminan sus embestidas. Le falta talento.
Al equipo rojiblanco se le presupone. Lo tiene. No hay dudas en ese sentido, aunque por momentos una combinación de mas de tres toques parezca una quimera, como ocurrió en el comienzo del choque, sin agobio para su adversario y sin finura del Atlético cuando encaró la parte decisiva, cuando el pase aumenta su exigencia.
Cuando conectó hacia el ataque, entonces, siempre hubo un error que invalidó cualquier jugada. Si no era Nico Gaitán, era Antoine Griezmann, si no Yannick Carrasco o Kevin Gameiro, de estreno como titular esta temporada. También en la defensa, con especial énfasis en Sime Vrsaljko, o en el medio, con errores que cualquier otro rival habría aprovechado mucho más de lo que hizo el conjunto local.
Hasta el minuto 25 ni una ocasión. Al descanso, empate a cero, explicado, en cualquier caso, por la falta de remate del Atlético desde entonces, porque, dentro de esa versión gris, tuvo opciones suficientes para haber terminado el primer tiempo en ventaja; en unas le faltó pegada, en otras le sobró el portero Ibrahim Sehic.
A la primera cuestión correspondieron el primer tiro, altísimo de Nico Gaitán, que sigue lejísimos de aquel futbolista que deslumbró en el Benfica; un cabezazo flojo de Saúl Ñíguez o un remate de José María Giménez fuera por unos centímetros; a la segunda, los duelos de Griezmann y Carrasco contra el acertado guardameta del Qarabag.
No hubo ni una sola intervención en la otra portería del esloveno Jan Oblak, un espectador más en el control visitante del primer acto. Pero la victoria, importante para su futuro en el grupo C, exigía mucho más, varias marchas más, más velocidad, más precisión y más desparpajo en los últimos metros, donde se deciden los partidos.
Con el estrés en crecimiento a medida que avanzó el tiempo, el Atlético mantuvo a ratos la insistencia, pero para entonces el duelo ya era mucho más equilibrado. Su rival aparecía en el otro área y ya se había cerrado mucho más, compactado en dos líneas, una poblada con seis defensores sobre la raya del área y otra de cuatro un par de metros más adelante, con todo lo que eso conlleva.
Un jeroglífico para el conjunto rojiblanco, con el volumen de posesión repartido con su contrincante a la hora de encuentro, sin una sola oportunidad de nuevo en el comienzo de la segunda parte, con el primer disparo de su rival, centrado a las manos de Oblak, y con el naufragio general del Atlético individual y colectivamente.
Decepcionante Gaitán, reemplazado en el minuto 64 por Thomas, cuando el Atlético ya apuntaba a zozobra con varios acercamientos locales; desasistidos Gameiro -sustituido por Torres- y Griezmann, sin desbordes de Carrasco -cambiado por Correa-, blandos en defensa, desastroso Vrsaljko, vulnerable Godín... Todo pintaba a empate.
Y gracias para el conjunto rojiblanco, afortunado cuando el árbitro francés Ruddy Buquet no entendió como penalti una acción que sí lo fue, con una entrada de Godín sobre Ndlovu, que además supuso la segunda tarjeta amarilla del delantero y su expulsión. Ni siquiera ante diez ganó el Atlético, que reclamó un posible penalti a Torres al final e indudablemente mucho más lejos de los octavos de final de la Liga de Campeones.
Efe