Finalmente, lo que por mucho tiempo recibió el nombre de percepción se ha convertido en realidad. Las estadísticas sobre la violencia en el país están disparadas, los guatemaltecos viven con miedo y ya no hay campaña de relaciones públicas que sea capaz de ocultar los hechos. Ha llegado el momento de abordar el elefante rojo en el salón.
En palabras del ministro de Gobernación, Francisco Jiménez, el promedio de homicidios por día se encuentra entre siete y ocho, con picos importantes durante los fines de semana. Asimismo, reconoció que en las últimas dos semanas la sensación de inseguridad se ha exacerbado. Esto quiere decir que, lo que era una crisis anunciada, una que afecta las labores diarias de todos los ciudadanos, finalmente se ha hecho lo suficientemente visible como para que las autoridades tomen acciones inmediatas (o eso se espera).
No más excusas
Como en todo proceso, el primer paso es la aceptación. No obstante, así como lo demostró el presidente Arévalo en La Ronda o el ministro Jiménez en conferencia de prensa, ninguno está dispuesto a llamar al problema por su nombre y apellido, a asumir la realidad que enfrentan y, como tal, tomar acciones concretas. Es decir, pese a que los dos funcionarios reconocen el problema, ambos se escudan en excusas como la intención de desestabilizar el gobierno o la existencia de un objetivo estratégico, cuyo origen se desconoce.
El enfoque preventivo y basado en la fuerza directa no tendrá resultados, particularmente porque la mayor parte de la violencia se deriva de delitos que son silenciosos, como las extorsiones. De la misma forma, el uso de las fuerzas tradicionales no parece ser la solución, ya que la policía no cuenta con suficiente autoridad como para imponerse a estas organizaciones estructuradas y los militares tienen mucha fuerza como para abordar una amenaza civil.
Las excusas no recuperan las vidas que se pierden diariamente. Las excusas no cubren los costos de los familiares que deben lidiar con una pérdida. Las excusas no solucionan los problemas de raíz. En realidad, las excusas son un símbolo de incapacidad y falta de planificación
Por ello, con el afán de plantear soluciones concretas, sería necesario replantearse el modelo de seguridad, particularmente la posibilidad de crear una fuerza intermedia que se dedique exclusivamente a crímenes que, por su naturaleza, se desvían del esquema criminal tradicional.
En este momento, la mejor campaña de relaciones públicas en la que el gobierno podría invertir debe estar impulsada por la verdad. Ya no hay espacio para maquillar las cifras de color de rosa o desviar la atención del problema. La realidad y las soluciones concretas, aunque crudas en el corto plazo, son el camino correcto para recuperar la confianza ciudadana.
Las excusas no recuperan las vidas que se pierden diariamente. Las excusas no cubren los costos de los familiares que deben lidiar con una pérdida. Las excusas no solucionan los problemas de raíz. En realidad, las excusas son un símbolo de incapacidad y falta de planificación, dado que, ante la falta de estrategias bien definidas, la siguiente mejor alternativa es una narrativa que encubra momentáneamente las consecuencias.
Sin embargo, ha llegado el momento de encarar de frente al elefante rojo del salón. De lo contrario, el costo humano, la pérdida de recursos y la debilidad institucional terminarán de hundir a un ya debilitado gobierno.
