La presente edición del Dakar está demostrando que la parte más oscura de la Federación de Automovilismo no solo no coopera con los participantes, sino que perjudica gravemente a la carrera. Se trata de los llamados «comisarios técnicos», que unen su prepotencia a su ignorancia. Y su actuación en el Dakar, que se repite en otras competiciones nacionales e internacionales desde la Fórmula 1 hasta certámenes más modestos, está poniendo en evidencia su casi nula comprensión de lo que son las competiciones del motor.
En la mayoría de los casos sin ningún conocimiento técnico, toman decisiones arbitrarias parapetados en su arrogancia sin medir las consecuencias de sus decisiones. Lo hemos visto con los pilotos españoles Carlos Sainz y Laia Sanz y el francés Sebastian Loeb. En todos los casos, tras un vuelco, consiguieron poner el coche en condiciones de seguir compitiendo y llegar hasta el parque de reparación. Allí, sus equipos de asistencia están preparados para dejar de nuevo el coche como recién salido del taller, porque desplazan todos los medios técnicos necesarios. Pero en ambos casos, los llamados comisarios estimaron, desde su ignorancia, que los daños no eran reparables y no les dejaron continuar en la competición. De nada sirvieron los informes de dos equipos potentes, como son Ford y Dacia, que han gastado decenas de millones de euros en el desarrollo y que aseguraron que podían reparar las barras de protección. Tampoco aceptaron las explicaciones de los pilotos, que son los primeros interesados en su propia seguridad. La opinión de un comisario, que tal vez ni siquiera haya participado nunca en una carrera de pueblo, estuvo por encima de los quince Dakares de Laia, del conocimiento de un campeón de rallies y raids como Sebastien o de la experiencia de Carlos, considerado como uno de los mejores probadores y técnicos del mundo a lo largo de su historia.
En los despachos de la FIA, en la plaza de la Concorde de París, brindarán con champán para celebrar cómo imponen su autoridad. Y se callarán que, aplicando sus mismos criterios, dejaron a Sainz correr el segundo día de la crono 48 horas con un arco de seguridad que, según dicen a posteriori, era peligroso para su integridad física.
