El triunfo de la ultraderecha en Austria en las elecciones de septiembre generó un terremoto político en el país, abriendo un escenario complejo en las negociaciones para formar un nuevo gobierno con el objetivo de impulsar un cordón sanitario para evitar que una formación ultranacionalista, FPÖ, liderada por Herbert Kickl, ganadora de las elecciones, gobernara en el país alpino. El cordón sanitario de los partidos tradicionales no ha funcionado ante las diferencias entre las dos formaciones, que han sido incapaces de llegar a un acuerdo de gobierno, abriendo la posibildad al escenario que se quería evitar. Todo apunta a que el partido ultranacionalista está más cerca de intentar formar gobierno.
El líder de los democristianos populares (ÖVP) y canciller en funciones, Karl Nehammer, segundo en las últimas elecciones gubernamentales, ante la incapacidad de formar gobierno junto a los socialdemócratas (SPÖ), anunció el sábado su dimisión. Al día siguiente, el presidente del país, el progresista Alexander van der Bellen, anunció desde el Palacio Hofburg, que se reunirá el lunes con el Kickl. Pese al anuncio, el presidente no dejó claro si entregará al líder ultra la oportunidad de formar gobierno, aunque desde el ÖVP esperan que así sea y anuncian que ahora están dispuestos a sentarse a negociar por el bien del país.
Repasamos las claves de la crisis política en Austria.
Hay que recordar que el FPÖ, formación considerada euroescéptica y prorrusa, ganó las legislativas con casi el 28,8 % de los votos, seguido por el conservador Partido Popular (ÖVP) con el 26,3 %, el socialdemócrata SPÖ con el 21,1 %, el liberal Neos con el 9 % y Los Verdes con el 8 %.
Tanto el ÖVP como el SPÖ han sido las principales fuerzas políticas de Austria, alternándose en el poder desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, pero las últimas elecciones reflejaron la pérdida de influencia de ambos partidos tradicionales abriendo un panorama desconocido.
El ganador de las elecciones fue el ultraderechista Partido Liberal (FPÖ). Fundado a mediados de la década de 1950 por antiguos oficiales nazis capitalizó el voto protesta y aprovechó el descontento tras cinco años de gobierno entre democristianos y ecologistas. Austria, pese a ser uno de los países más ricos de Europa, afronta su peor crisis económica en décadas, con una contracción del 1 % en 2023 y una caída proyectada del 0,8 % para 2024.
La inflación ha reducido el poder adquisitivo, mientras que la migración y el aumento del costo de vida se han convertido en las principales preocupaciones del electorado. El FPÖ centró su campaña en esos dos asuntos, proponiendo el fin de las políticas de asilo y la expulsión de inmigrantes que no se integren, así como medidas económicas que prioricen a los nacionales. Con un discurso antiinmigración, euroescéptico y prorruso, el FPÖ se presentó como la opción que defiende a los «olvidados» por las élites, captando el voto rural y el 50 % del de los obreros.
Tras el fracaso de la coalición entre democristianos populares (ÖVP) y los socialdemócratas (SPÖ), las dos principales fuerzas en las últimas décadas, está la posibilidad de que los conservadores apoyen a los ultranacionalistas de FPÖ . Tras la anunciada dimisión del canciller y líder democristiano, Karl Nehammer, quien descartó, desde un principio, facilitar el liderazgo a Herbert Kickl, al que considera un «peligro para la seguridad nacional», el nuevo líder puede revertir esta situación. En una reunión extraordinaria y urgente, la cúpula del partido conservador nombró a su hasta ahora secretario general, Christian Stocker, jefe interino del partido en sustitución de Nehammer. En su primeria comparecencia, declaró que su partido le había autorizado a iniciar negociaciones de coalición con la extrema derecha. «Este país necesita un gobierno estable hoy, y no podemos seguir perdiendo un tiempo que no tenemos en campañas electorales o en elecciones», añadió.