Este 31 de diciembre se corrió la versión número 99 de la Carrera Internacional de San Silvestre en Sao Paulo, prueba que despide la temporada deportiva de cada año y que ha servido de inspiración para otras San Silvestre que se disputan en diversas partes del mundo.
Pero la de Brasil es la más tradicional y nació de la mano del destacado periodista de ese país, Cásper Líbero, quien en el año 1925 decide crear esta competencia como homenaje para todos aquellos atletas que participan de justas deportivas como los Juegos Olímpicos.
Esta prueba es una de las más importantes del medio fondismo a nivel mundial y figuras como el checo Emil Zatopek y Paul Tegat, han sido algunos de los nombres que se han alzado con la victoria en la víspera de año nuevo.
Si bien Chile siempre ha sido protagonista de esta prueba – por lo menos desde que se volvió internacional en el año 1945 – tan solo en dos ocasiones uno de nuestros atletas se ha consagrado campeón de la San Silvestre: Raúl Inostroza en 1948 y Edmundo Warnke en 1976.
Raúl Inostroza fue el campeón de la San Silvestre de 1948, pero en realidad fue una victoria doble para nuestro país, porque en el segundo lugar arribó otro compatriota: el veterano fondista René Millas.
Aquella noche del 31 de diciembre de 1948 mil seiscientos atletas estuvieron presentes en la línea de partida y entre esos mil seiscientos se encontraban dos chilenos: el mejor exponente del pedestrismo nacional de aquella época, René Inostroza y el veterano René Millas, de quien se creía por aquel entonces que ya había disfrutado de sus mejores épocas.
En total, fueron siete kilometros desde la línea de partida en el Estadio de Pacaembú, hasta la meta ubicada en el Puente de las Banderas. Si bien la distancia no parece tanta para tan avezados corredores, el trazado tenía incorporado diversos factores de dificultad como desniveles, algunos de ellos muy pronunciados, que servían como una suerte de filtro entre aquellos competidores más preparados y aquellos a los cuales el destino no les tenía una cita reservada con la victoria aquella noche.
La prueba inició de forma frenética, con el brasileño Goitica y el uruguayo Óscar Moreira – vencedor de la versión anterior – como los líderes. De inmediato el fuerte tranco de los líderes separó a los grupos quedando de los chilenos solo Millas en el de avanzada. Inostroza, en tanto, optó por una carrera más conservadora y se ubicó en un tercer grupo, no a mucha distancia de la punta.
Cuando los corredores cruzaron el umbral de los cinco kilómetros la suerte se empezó a definir para los chilenos. El ritmo de Goitica y de Moreira cayó y el argentino Ricardo Bralo, que se había sumado al grupo de punta kilómetros antes, tampoco fue lo suficientemente consistente para hacer frente a la arremetida de los chilenos Inostroza y Millas.
A pocos metros de la meta, la carrera ya estaba dispuesta para los representantes nacionales y el menor gasto hecho por Inostroza durante la carrera fue clave para que se llevara la prueba con un tiempo de 22 minutos y dieciocho segundos, llegando cinco metros por delante de René Millas quien finalizó en segundo lugar.
La hazaña de Inostroza y Millas no pudo repetirse nunca más en la historia del atletismo de nuestro país y tuvimos que esperar 28 años para ver, nuevamente, a Chile en lo más alto del podio de la San Silvestre.
El atleta chileno Edmundo Warnke ya había intentado tres veces ganar la San Silvestre sin éxito. Por eso, para su cuarta aventura no había confianza en que este menudo deportista nacional podría en la versión 1976 alcanzar el éxito tantas veces esquivo.
Por eso, Warnke tuvo que hacer frente a dicha desconfianza y ante la falta de interés por gestionar un pasaje que lo pudiera trasladar desde Frankfurt – lugar donde se encontraba radicado – hasta Sao Paulo, el chileno metió la mano al bolsillo y con sus propios medios llegó hasta la línea de salida ubicada en el frontis del edificio de “A Gazzetta Sportiva”.
“Mi estado es bueno. Me he preparado toda la temporada con difíciles carreras en Alemania y otros países europeos. He estudiado y planificado esta prueba que me la sé de memoria, porque será la cuarta vez que la afronte. Y he venido para ganarla”, declaraba Warnke en la previa de la corrida.
Pero el optimismo de Warnke chocaba con los fríos datos que entrega la realidad. Ante él estaban algunos de los mejores fondistas de la época, algunos de ellos destacaron en los Juegos Olímpicos de Montreal 76. Nombres como el italiano Franco Fava, el portugués Carlos Lopes, el británico Tommy Simmons, el belga León Shotts y los mexicanos Luis Hernández y Tadeo Palomares, asomaban con mayor ventaja que el chileno en los pronósticos de los especialistas.
La ventaja para el chileno es que quienes conocen la San Silvestre saben que es una carrera donde prima no solo la capacidad técnica y física, sino que también la astucia y la velocidad para resolver los inconvenientes que surgen en el camino. Y eso Warnke lo manejaba de sobremanera.
Fueron 450 atletas de 31 países los que participaron en aquella víspera de año nuevo y en un ambiente enfervorizado por el calor de la torcida brasileña, comenzó la carrera que en principio, tal como se tenía previsto, fue dominada por los favoritos.
Pero la sorpresa vino a poco más de 1 kilometro y medio de la meta, cuando el pequeño Warnke comenzó a abrirse paso entre la multitud de atletas, hasta el punto de llegar a los primeros lugares de la competencia. Una vez que el chileno dio caza de los líderes no hubo cómo pararlo y fue así que se impuso sacando una ventaja de más de 80 metros al italiano Fava.
De esta manera, Warnken se alzaba con la victoria en la San Silvestre de 1976, la última de un chileno en esta competencia y una hazaña que dificilmente podrá repetirse teniendo en consideración el dominio que hoy ejercen los atletas africanos en las pruebas de medio y largo fondo a nivel internacional.