Las vías de Lima y Callao continúan bajo el dominio de las 19.600 combis y cústeres del transporte público tradicional, a pesar de los intentos de formalidad que representan el Metropolitano, los corredores complementarios y las líneas 1 y 2 (incompleta) del Metro.
Esta desalentadora realidad se tenía previsto cambiar, hace 10 años, cuando empezó a implementarse el Sistema Integrado de Transporte (SIT) en la capital. El objetivo era que con los cinco corredores complementarios entraran en operación 5.000 buses de 12 metros que reemplazarían a las unidades que viven de los correteos y la guerra del centavo. Sin embargo, hoy solo funcionan tres corredores con una flota de 550 buses. Ese ha sido el lento avance.
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Pese a ello, los concesionarios de los corredores Azul, Rojo y Morado, que siguen aún en marcha, esperan que sus servicios tengan nuevas rutas para llegar a más zonas y atender a más personas. Esto, sobre todo, ante los casos de extorsión que terminan con buses del transporte público regular baleados.
En la actualidad, los 140 buses del Corredor Azul trasladan a 75.000 pasajeros diarios, entre el Rímac y Miraflores-Barranco; a pesar de competir con los autos colectivos que circulan por las avenidas Tacna, Garcilaso y Arequipa que forman parte de su ruta troncal.
Pues bien, el representante de los concesionarios del Corredor Azul, Luis Morán, afirma que se encuentran a la espera de que entren en funcionamiento nuevas rutas alimentadoras; sobre todo hacia las zonas altas del Rímac y el límite de San Martín de Porres (SMP) y el Callao, ya que existe demanda de usuarios.
“Hoy contamos con seis servicios: cuatro troncales y dos alimentadores. Lo que buscamos ahora es sumar más alimentadores; principalmente, hacia el límite de SMP y el Callao. Su recorrido sería transversal a la ruta troncal. Los buses saldrían del Centro Cívico de Lima y circularían por las avenidas Perú y Tomás Valle hasta la zona de Canta Callao. El próximo año esperamos tener 40 buses adicionales a los 140 que ya están circulando”, explica Morán.
Agrega que ya se están evaluando la demanda y los tramos, y que eso depende de la Autoridad de Transporte Urbano (ATU). Lo cierto es que esas avenidas y sectores se quedaron desatendidos desde que dejó de funcionar el Corredor Amarillo, el 24 de abril del 2023.
En el caso del Corredor Rojo, hoy preopera con 243 buses que trasladan a 172.000 pasajeros diarios. Un detalle es que una parte de sus usuarios son estudiantes de diversas universidades, como la San Marcos, la PUCP y la de Lima; principalmente, porque se respeta el medio pasaje. Ahora lo que buscan es llegar a otras zonas que no vienen siendo atendidas en la capital.
El representante de los operadores del Corredor Rojo, Ángel Mendoza, explica que también están evaluando contar con nuevas rutas.
Afirma que, por ejemplo, el servicio 209 ha vuelto a transitar por la Carretera Central tras la liberación de algunos tramos que estaban cerrados por las obras de la Línea 2 del Metro.
“Hemos recuperado unos 5.000 pasajeros diarios. Los buses salen de la Carretera Central, a la altura del mercado de Santa Anita, y van por las avenidas Separadora Industrial, Constructores y La Molina hasta ingresar a la ruta troncal de la avenida Javier Prado”, señala.
Mendoza precisa también que se espera que el servicio 204 modifique su recorrido hacia el Callao, al girar por la av. Pershing y continuar por la av. Javier Prado Oeste, cruzando la av. Brasil, para volver —por la av. Sucre— a la ruta troncal de la av. La Marina. “Se están ultimando detalles, porque así podremos tener una tarifa integrada con el Corredor Morado”.
Ahora se encuentran en evaluación uno o dos servicios alimentadores hacia el distrito de Cieneguilla y la zona de Manchay (Pachacámac). “Nuestro compromiso es tener 74 unidades nuevas tras el pago de las compensaciones”, dice el representante del Corredor Rojo.
El tercer corredor que evalúa nuevos servicios es el Morado, que traslada diariamente a cerca de 80.000 pasajeros por medio de sus 170 buses y cuatro rutas, desde San Juan de Lurigancho (SJL) hasta San Isidro y Magdalena.
El representante de los operadores del Corredor Morado, Gerardo Hermoza, considera que sería importante que sus buses lleguen a Plaza San Miguel, la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y el hospital Rebagliati.
“El servicio 404 que circula por la av. Brasil podría desviarse por la av. Bolívar o la av. La Paz para poder llegar a la av. Universitaria y dejar pasajeros en Plaza San Miguel, la PUCP y San Marcos”, dijo. Y agrega que el servicio 406 que va por la av. 28 de Julio podría doblar por la av. Salaverry para llegar al Rebagliati.
Sin embargo, Hermoza aclara que estas nuevas rutas solo empezarían a funcionar una vez que les empiecen a pagar, por partes, los 300 millones de soles que les adeuda el Estado por compensaciones. “El compromiso es que ese dinero sea para pagar la deuda financiera y la compra de nuevos buses”, manifiesta.
Pero ¿qué es lo que falta? En setiembre último, el Ejecutivo publicó el Decreto Legislativo n. ° 1678 que permite que la Autoridad de Transporte Urbano (ATU) pueda negociar modificaciones a los contratos de concesión de los corredores; así como incidir en la regulación de sus tarifas. A eso se suma que pueda suscribir y ejecutar acuerdos de pago de indemnizaciones. Fuentes del Ejecutivo dijeron que la ATU debe actualizar su Reglamento de Organización y Funciones (ROF). Tiene hasta fines de enero.
“Estamos esperando este reglamento de la ATU para que nos empiecen a pagar las compensaciones y podamos comprar más buses. Con los nuevos contratos de concesión, con los que se replanteará el modelo económico financiero, se podrán relanzar los 36 paquetes restantes de los corredores”, dice Mendoza.❖
En su reciente reporte de inflación, el Banco Central de Reserva (BCR) señala que por la congestión vehicular una persona pierde, en promedio, 3.800 soles al año en Lima.
De esta manera, considerando la población económicamente activa ocupada (PEAO) urbana, el costo total de esas pérdidas en Lima se estima en S/20,000 millones (alrededor de 2% del PBI).
“Las horas perdidas en tráfico reducen el tiempo disponible para actividades productivas, tanto en el trabajo como en el hogar. Los tiempos de viaje más largos se traducen en un mayor cansancio para las personas, lo que afecta su productividad”, precisan.
El director de la ONG Luz Ámbar, Luis Quispe Candia, lamentó que las autoridades no tomen en cuenta los últimos retrocesos en la modernización del transporte público.