El discurso trumpista busca culpar a la inmigración de los males que las propias elites estadunidenses han causado y lleva una enorme carga de racismo y xenofobia.
Con el pretexto de la aplicación estricta de la ley, Trump y sus halcones han separado familias y han encerrado a niñas y niños en jaulas. Es la ley, dicen. En realidad, lo que hicieron en el primer mandato del magnate y lo que han anunciado para el temible periodo que arranca el 20 de enero próximo, se ha traducido en abiertas violaciones no sólo a los derechos humanos universales, sino a las propias leyes estadunidenses.
En un extremo cruel, Trump ha amenazado con negar la ciudadanía a los hijos de inmigrantes indocumentados nacidos en territorio estadunidense, lo que sería violatorio de la Constitución del vecino país.
La violación de las leyes de EU, hay que decirlo, ha ocurrido también en administraciones de los demócratas. Se ha tolerado, por ejemplo, que el gobernador de Texas militarice la frontera (e instale barreras en el río Bravo que ponen en riesgo las vidas de los migrantes), pese a que el control migratorio es facultad exclusiva del gobierno federal.
Igualmente, pretenden violar sus propias leyes al denegar el derecho a la petición de asilo.
La aplicación de la ley es simplemente una coartada para echar a andar políticas inhumanas que satisfacen a la porción del electorado que hizo presidente a un personaje que enfrenta causas penales y que ha formado un gobierno de halcones y millonarios.
México y otras naciones que serán afectadas por el racismo y la xenofobia deben acelerar sus preparativos para hacer frente a las amenazas que pronto se convertirán en una verdadera guerra -con la utilización de tropas y aviones de la fuerza aérea- en contra de personas que solamente buscan una mejor vida.
La presidenta Claudia Sheinbaum, en la dirección correcta, ha reiterado el reconocimiento a las grandes aportaciones de las y los mexicanos que viven en EU y ha anunciado medidas como el reforzamiento de los consulados y la transformación del Instituto Nacional de Migración para fortalecer la atención humanitaria a las personas que atraviesan nuestro país.
Las amenazas de Trump contra varios países, las ofensas a sus mandatarios, se multiplican cada día. En esa avalancha que solamente busca preparar el terreno para el día que asuma su segunda presidencia, el magnate ha dicho también que podría “designar” como organizaciones terroristas a los cárteles mexicanos del narcotráfico, lo que podría abrir la puerta a una intervención como las que EU ha ejercido en otros puntos del orbe.
Una vez más, un líder estadunidense evade las responsabilidades de su propio país y utiliza un problema global como pretexto para intervenir groseramente en otras naciones.
Los principales responsables de la crisis de consumo que padece EU no son criminales mexicanos -a fin de cuentas, los capos que han sido llevados al estrellato por las series de Netflix son todos desechables- sino un gobierno dominado por corporaciones a las que convienes una narrativa que justifica su intromisión en los asuntos de otros países y la poderosa industria farmacéutica estadunidense que creó la dependencia de millones a los opioides.
Sin ninguna comprensión de la geopolítica y del muy documentado fracaso de la llamada “guerra contra las drogas”, sectores de la derecha mexicana celebran, cual tontos útiles, anuncios de este tipo. Se muestran como lo que son: apátridas con las cabezas colonizadas.
México enfrenta una situación de violencia que se ha ido combatiendo desde el sexenio pasado mediante una política que atiende las causas, que en el presente se ha reforzado con una renovada estrategia que privilegia la coordinación entre instituciones, la inteligencia y la colaboración con otros países.
La oposición partidista, por fortuna, ha comprendido que es momento de unidad, pese a nuestras diferencias, frente a amenazas que atentan contra la soberanía nacional.
La presidenta Claudia Sheinbaum lo expresó con prudencia y firmeza: “Allá se consume la droga, principalmente, de allá vienen las armas y aquí ponemos las vidas. Eso no. Nosotros colaboramos, coordinamos, trabajamos juntos, pero nunca nos vamos a subordinar, México es un país libre, soberano, independiente y no aceptamos injerencismos en nuestro país”.
Nada más, pero nada menos.