Un nuevo estudio del Hospital Brigham and Women's (EEUU), publicado en 'npj Biological Timing and Sleep' y recogido por Europa Press, ha revelado que los hombres pasan aproximadamente un 52 por ciento más de tiempo expuestos a la luz solar que las mujeres, y que esta diferencia de sexo comienza en la infancia y aumenta durante la edad adulta. Además, el primer momento diario medio de exposición a la luz solar también es más tardío en las mujeres, aproximadamente 30 minutos después que en los hombres.
Estos resultados sugieren que los factores ocupacionales pueden estar desempeñando un papel en estas diferencias de sexo, además de otros motivos. Para obtener estos resultados, los investigadores analizaron la exposición a la luz (mediante dispositivos de pulsera) de 11.314 personas que participaron en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de EEUU de 2011 a 2014, con métricas que reflejan la duración y el momento de la exposición a diferentes niveles de luz (luz tenue/baja, moderada y brillante). Este análisis no pretendía evaluar las consecuencias de la exposición a poca luz, pero se sabe que la luz es la señal más destacada para el sistema circadiano y que la intensidad, la duración y el horario de la luz son algunas de las características que pueden afectar a la forma en que el reloj central responde a la luz y transmite información a otros relojes corporales.
Así, la exposición a la luz tenue o escasa tendrá un efecto más débil sobre el sistema circadiano que la luz brillante, lo que significa que la luz escasa no será tan eficaz para sincronizar los relojes corporales con el ciclo natural de luz/oscuridad. El momento de la exposición a la luz en relación con el momento del reloj corporal central también afectará al modo en que la luz afecta al cuerpo. Una mala sincronización de los relojes corporales puede afectar negativamente a la salud, como el ciclo sueño-vigilia y el estado de ánimo. La luz solar también es importante para la producción de vitamina D, por lo que una exposición limitada a la luz diurna (y una mayor exposición a poca luz) podría favorecer la deficiencia de vitamina D.
Los expertos aconsejan intentar exponerse a la luz del día al despertarse, por ejemplo, dando un paseo al aire libre después de levantarse o tomando el café de la mañana al aire libre. Además, recomiendan intentar aumentar la exposición general a la luz del día pasando más tiempo al aire libre: haciendo descansos al aire libre, comiendo fuera de casa, practicando un hobby al aire libre, haciendo ejercicio en el exterior, cambiando una reunión en el interior por una al aire libre, diseñando espacios y entornos que faciliten el acceso y el disfrute de los espacios al aire libre. Así como intentar aumentar el acceso y la exposición a la luz diurna en el entorno interior: utilizar pinturas murales que reflejen la luz, diseñar edificios que mejoren la exposición a la luz diurna, tener fácil acceso y proximidad a las ventanas en el entorno interior del trabajo o del hogar.
