La Fundación Publica Andaluza Barenboim-Said cumple 20 años , tiempo en el cual ha promovido el espíritu de paz y conciliación , por desgracia de máxima actualidad, entre los pueblos de Israel y Palestina . Su presencia ha estado muy presente en Andalucía en tanto que Educación Musical en nuestra comunidad, sobre todo en edades infantiles de tres a cinco años. Pero también cuenta con la Academia de Estudios Orquestales , en la que se forman estudiantes de Andalucía fundamentalmente, aunque también tienen cabida los alumnos de otras comunidades, en busca de la excelencia , esa palabra de la que huye nuestro sistema educativo. Los chavales renuevan cada año que esto es posible, que podemos encontrar una orquesta de una calidad verdaderamente alta, a poco que se le dé una oportunidad como esta. Por lo general se cuenta con invitados de lujo , así como de profesores que consolidan el trabajo de los jóvenes con clases magistrales, ayudando a que el resultado sea el óptimo. En este caso el protagonista instrumental era el violinista Michael Barenboim , hijo del cofundador del proyecto, y la directora ucraniana Oksana Lyniv . El programa que nos presentaban era, como suele, bastante difícil e inexplicablemente largo. No nos referimos a una duración excesiva, sino a que la dificultad de las obras ya era lo suficientemente alta como para añadir la obertura 'El rey Lear' op. 4 de Berlioz . Es verdad que casi todos los programas suelen ir en 'crescendo', pero el inicio de esta pieza del compositor francés nos pareció trágica -más bien patética- desde el propio e incierto inicio, primero en la trompa y luego en el oboe, que inmediatamente reaccionó ofreciéndonos una melodía ciertamente maravillosa. Pero a esta orquesta no la reconocíamos: un timbre oscuro, brumoso, inseguro se imponía desde los primeros compases, y no porque evocase la Inglaterra shakesperiana, sino porque ni los chavales parecían dominarla más allá de una lectura superficial ni la directora había puesto de su parte para corregir los continuos desajustes (los arcos de los violines subían y bajaban como el fuego irregular de una chimenea), ni trabajado los posibles errore s . No había contrastes , ya que Lyniv parecía dirigir una obra de ballet con sus sinuosos movimientos, aunque una férrea medida metronómica de su mano derecha marcaba inexorablemente el compás) y todo se movía desde la suavidad hasta unos 'forte' muy mermados. Con el 'Concierto para violín' en Mi menor op. 64 de Mendelssohn la cosa no mejoró, es de suponer que por la creencia de que había que mantener unas dinámicas parecidas a las de la obertura, en esta ocasión para no tapar al solista (es verdad que seis contrabajos suponían una orquesta gigantesca para esta obra e instrumento solista). Michael Barenboim no sólo tiene un excelente sonido, sino que lo acompaña de una fuerza notable y un violín digamos que parejo. Indudablemente en este panorama, él centró todo nuestro interés, porque la orquesta seguía balanceándose amablemente al compás de los ademanes cordiales de la directora. Por su parte, el violinista eligió para los movimientos extremos unos tiempos rápidos (mucho más en el tercero), y aprovechó cadencias como las del primero para demostrar su virtuosismo exuberante . Hemos de señalar el trabajo de las maderas, que siempre mostraron un nivel muy uniforme en todas las obras y en esta misma, por ejemplo en el segundo movimiento, donde también Barenboim destacó por su lirismo. Tal vez si alguna pega se le pudiera poner es la de parecer que tocaba de modo algo rutinario, a lo mejor contagiado de la dirección relamida de la ucraniana. Como decimos, el último movimiento fue vertiginoso, lo cual nos resultaba artificioso y algo sobrante , porque ya había demostrado -y aún lo haría en este tiempo- que le sobran dedos para tocar de manera asombrosa todos los recursos del instrumento, con especial énfasis en los sobreagudos y armónicos , lo que nos pareció redundar en una exposición del tema principal como cortada en el final de su frase, de tanta velocidad; por otro lado, a los chavales no les beneficiaba la carrera -sobre todo a los violines- a los que obligaba a no quedarse atrás. En fin, que es un gran violinista, técnicamente hablando . Muchas otras veces decimos que las orquestas vuelven que parecen otras tras el descanso; con el tiempo creemos que más bien son los directores quienes se reservan para esa obra de lucimiento orquestal , a costa de no dedicarle tanto tiempo a los 'entrantes' y al concierto con solista (donde se limitan a acompañar, sin más): en este caso la 'Sinfonía nº 1' en Do menor op. 68 de Brahms . Pero lo cierto es que ni la orquesta parecía la misma ni la directora , y esta no porque cambiase la meliflua gestualización (algún movimiento añadió a lo anterior, como echar su torso hacia atrás para remarcar los 'pianissimi'), sino porque con lo mismo aquello sonaba a Brahms. Es decir, a brío, a brillo, calor, fortaleza; a sorpresa, emoción, nobleza . Ahora todo funcionaba perfectamente, las secciones eran legiones romanas movidas por un solo impulso, donde se acumulaba cohesión, empaste y vitalidad. Todavía el músculo vital formado por clarinete-flauta-oboe jugaba con las trompas , retozando en el primer y segundo movimiento, con violines limpios, restallantes y con el solo de la concertino verdaderamente emotivo. Y ya en el último tiempo encontramos unos muy sincronizados 'pizzicati' en las cuerdas , la reaparición de estas en constante ascenso sonoro o el no menos solemne, épico tema de la trompa seguida de la flauta ; luego unos equilibrados trombones , cuando no diálogos de secciones enteras. Lo hemos dejado implícito, pero el musitado de la primera parte se había convertido en la fiesta del sonido, de los sentidos, en el brioso enlace de unos temas con otros, cuando no encabalgmiento, en feliz sintonía. ¿No hubiera sido mejor posponer Berlioz para otra ocasión y haber ofrecido un Mendelssohn en el que de verdad se acompañase a Barenboim? Por cierto, en este ambiente de entusiasmo brahmsiano no chocaba una atractiva y bulliciosa versión del inevitable pasodoble 'Amparito Roca', ya un clásico europeo.
