Donald Trump protagonizó el regreso político más espectacular del siglo XXI, quizá a nivel mundial. Aunque el presidente electo de Estados Unidos le ganó en unos comicios históricos a un partido Demócrata en crisis, su mayor logro se concentra en haber vencido al fantasma de su propia figura, que muchos veían desgastada por sus escándalos judiciales. Al final, terminó marcando un hito. Por primera vez desde finales del siglo XIX con Grover Cleveland, un presidente regresa para un segundo mandato no consecutivo.
Tras su derrota en 2020, el asalto al Capitolio y hasta las elecciones de medio término del año 2022, Donald Trump estaba en un punto de quiebre y no muy lejos de convertirse en un “paria” de los republicanos moderados que, cansados de dos derrotas electorales consecutivas bajo la representación de candidatos más identificados con el “trumpismo” que con los valores tradicionales del partido, parecían dispuestos a recuperar las directrices del electorado conservador. Para muchos había que enfrentar al gobierno de Joe Biden de la mano de figuras que recordaran más a los tradicionales Bush, McCain o Romney. Es decir, aplicar la misma estrategia que los demócratas usaron para derrotar a Trump en 2020 pero a la inversa.
Sin embargo, a pesar de los intentos tempranos de precandidatos como Chris Christie o la misma Nikki Haley, el huracán Trump fue imposible de detener entre las bases de votantes más radicalizados y que querían el regreso del magnate a la Casa Blanca. Venciendo uno a uno a sus rivales internos, el expresidente fue recuperando nuevamente el apoyo de los políticos que ya no creían en él.
Pero el camino hacia la Casa Blanca no fue fácil. Trump enfrentó a grandes rasgos dos problemas. El primero fue la edad. Al inicio de la campaña se trataba de una lucha entre los dos candidatos más viejos en la historia de Estados Unidos, con un Biden fuertemente criticado por su edad, pero con un Trump que no generaba mayor entusiasmo a nivel nacional también por su figura gastada.
Ahora, con 78 años, Trump ostenta la distinción de ser el hombre de mayor edad jamás elegido presidente, superando el récord previamente establecido por el presidente Joe Biden. Así de irónica es la política.
La otra gran situación que impactó su campaña fue el calendario judicial que coincidía con el ciclo electoral, aunque al final terminó favoreciéndole. Trump llegó a la contienda como el primer expresidente imputado por delitos graves. Al menos cuatro casos judiciales amenazaban su elección: el pago de dinero secreto a la ex actriz porno ‘Stormy Daniels’, sus presuntos intentos para obstaculizar la recuperación de documentos secretos, la interferencia electoral a nivel estatal en Georgia cuando perdió los comicios de 2020 y su rol de agitador en la toma del Capitolio el 6 de enero de 2021.
La estrategia del republicano fue usar esta engomada de procesos para acusar a su rival, el presidente en funciones Joe Biden, de utilizar el Departamento de Justicia para perseguir políticamente a su adversario. Esa jugada hizo que sus bases se movilizarán de una manera más arrolladora que en 2016, arropadas además por un contexto de alta inflación que marcó los primeros dos años de la Administración demócrata, además de una crisis migratoria que por múltiples factores llegó a niveles no vistos en muchos años.
De esta forma, el atractivo de Trump para los votantes se centró en sus enfáticas promesas asegurar la frontera sur mediante medidas estrictas, revitalizar la manufactura estadounidense con aranceles proteccionistas similares a las políticas económicas del siglo XIX y retirar a Estados Unidos de conflictos globales enredados. Estos compromisos resonaron profundamente en una nación dividida, impulsando su victoria sobre la vicepresidenta Kamala Harris que entró a reemplazar a un Biden hecho al lado por su propio partido cuando faltaban solo escasos tres meses para las elecciones.
La fuerza de las imágenes también acompañó el regreso de Trump. Aquella instantánea del republicano derramando sangre de su oreja y gritando a sus seguidores ¡luchen! ¡luchen!, tras sobrevivir a un intento de asesinato en un mitin en Pensilvania, generó una ola de apoyos que borró casi por completo la cobertura de sus procesos judiciales por algunos meses. La fotografía no escapará a los libros de historia y marcó solo el primero de dos intentos por acabar con la vida del republicano. Más tarde, en septiembre, el Servicio Secreto frustraría otro plan similar.
Los dos intentos contra la vida de Trump se convirtieron en un punto de unión para los republicanos, quienes intentaron acusar a sus opositores políticos de incitar a la violencia contra él al describirlo como una amenaza para la democracia, a pesar de que no hubo evidencia que relacionara las motivaciones de los tiradores con la retórica demócrata. Trump y sus portavoces mencionaron regularmente los intentos en mítines como evidencia de que “Dios está de su lado”, y hasta el final de la campaña se vendieron variedades de productos conmemorando su supervivencia al atentado, desde libros hasta zapatos deportivos y perfumes.
Al final, el 5 de noviembre, Trump ganó la presidencia con un respaldo sustancial de los hombres y de los votantes blancos sin títulos universitarios, al mismo tiempo que registró avances entre grupos que tradicionalmente se inclinan hacia los demócratas, como los votantes latinos y jóvenes.
Hoy, cuando completa el equipo que le acompañará en su presidencia 2.0, encuestas dicen que más del 54% de los estadounidenses respaldan la manera en que ha abordado la transición política con Biden.
Estos sondeos sugieren que el presidente electo ha ganado un período de gracia con el público mientras se prepara para regresar a la Casa Blanca después de haber sido votado fuera hace cuatro años en medio de índices de aprobación ampliamente negativos.
