Sin descanso, durmiendo en polideportivos o carpas improvisadas, de día y de noche... Y el tiempo que haga falta. Es la realidad que viven los militares que cada día trabajan en las zonas más afectadas por la DANA con el objetivo de que, más pronto que tarde, recuperen una cierta normalidad. Desde el primer minuto, cuando se activó a los primeros uniformados de la Unidad Militar de Emergencias (UME) –y pese a las críticas iniciales– las Fuerzas Armadas no han dejado de buscar desaparecidos, achicar agua o limpiar garajes y calles. Desde el 7 de noviembre, el contingente militar se mantiene en los 8.500 efectivos, los cuales llegaron con vehículos y medios especializados que son vitales para paliar las consecuencias de las mortales inundaciones.
Hoy, cuando se cumplen dos meses de la tragedia, los militares de los dos ejércitos, la Armada y la UME, continúan en el barro, llevando a cabo todas las tareas que se les asignan. En todo este tiempo, los ya casi 18.000 efectivos que se han desplegado en algún momento han llevado a cabo unas 7.500 misiones de todo tipo. Una operación que es ya en el mayor despliegue militar en tiempos de paz.
Aunque cada unidad, dependiendo también de su especialidad, marca sus propios tiempos, los uniformados trabajan, de media, en turnos de hasta 12 horas para descansar otras 12. De hecho, los dos ejércitos y la Armada relevan a sus efectivos aproximadamente cada semana o semana y media, mientras que los 2.103 miembros de la UME son los mismos desde el primer momento. «Estamos volcados en esto», aseguran desde la Unidad, la cual tiene 3.500 militares y es la encargada, a través de su jefe, el teniente general Javier Marcos, de dirigir el contingente militar.
Estos uniformados de boina mostaza están desplegados en diferentes puntos, «viviendo» prácticamente en la misma zona en la que actúan. Así, el primer Batallón de Intervención está en pabellones cedidos por los ayuntamientos de Requena y Cheste. El segundo, en una carpa en Ribarroja; el cuarto, en el acuartelamiento «Daoiz y Velarde» de Paterna, y el quinto, en el polideportivo de Alzira.
Mientras, el resto de uniformados también se reparte en diferentes zonas y, por ejemplo, la mayoría de los efectivos de Tierra o la Armada se encuentra en los pabellones de la Feria de Valencia, en la base «Jaime I» de Bétera o en la «General Almirante» de Marines. Hasta hace poco, muchos de los efectivos de la Armada se alojaban en el portaaeronaves «Juan Carlos I».
En la Feria, por ejemplo, está alojado el capitán del Ejército de Tierra Ricardo Pérez, de la Brigada «Guzmán el Bueno» X de Córdoba y al frente de un subgrupo táctico de unos 90 militares. Es su tercer despliegue allí y pese a las incomodidades, no muestra signos ni de queja ni de cansancio. Tal y como explica a LA RAZÓN, desayunan en uno de los pabellones donde viven y no vuelven hasta la cena. Están de media de 10 a 12 horas trabajando, según el día, y solo paran para comer, «o bocadillos o ‘‘tuppers’’ con la comida que nos preparan», detalla. Y cuando vuelven, antes de dormir, ponen a punto todo su equipo para poder continuar al día siguiente.
Desde esas «bases» es desde donde parten a diario a cumplir con las misiones asignadas y que, dos meses después, se centran en achique de aguas y lodos, retirada vehículos en garajes, apertura y limpieza de vías, retirada de escombros, reconocimiento de vías de comunicación, acondicionamiento de los caminos rurales o apertura de los accesos a los polígonos industriales. Pero también continúan con la búsqueda de desaparecidos y la recuperación de vehículos en zonas de difícil acceso, como en el cauce del Turia. Sin olvidar el reparto de alimentos y productos de primera necesidad o la atención médica –a los ciudadanos y a los militares– que ofrecen los sanitarios del Ejército del Aire.
Y por la noche, son muchos los efectivos que realizan misiones de presencia junto a miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado con el objetivo de garantizar la seguridad en las calles.
Al mismo tiempo, actualmente está en marcha el proceso de coordinación entre el Ejército de Tierra y el Ayuntamiento de Loriguilla para el montaje de un puente militar, similar a otros que ya se han levantado en otras localidades.
Para estas misiones cuentan con 2.000 vehículos terrestres, aéreos y acuáticos especializados, como helicópteros, máquinas de ingenieros, vehículos de intervención y transporte, drones y ambulancias. Y junto a ellos, numerosos medios de extracción de agua y lodos.
Y aunque su misión principal es la de pisar el barro que mancha sus uniformes, las Fuerzas Armadas también han desplegado 22 psicólogos y dos psiquiatras. Porque la labor de los 8.500 militares va más allá de esas duras tareas citadas y también pasa por mostrar cercanía con los damnificados, sobre todo con los más pequeños en estos días de Navidad. De ahí que se les haya visto acompañando a muchos en su regreso a los colegios que reabrían, repartiendo juguetes o cantando villancicos. Todo, para hacerles más llevadero el camino hacia esa normalidad que tardará en llegar, pero que ellos tratan de acelerar.