Sabido es que en una democracia parlamentaria el Rey reina, pero no gobierna. A lo largo de estos diez años Felipe VI se ha enfrentado a la etapa más convulsa de un reinado borbónico. Con un presidente del gobierno, Pedro Sánchez, que interrumpió la costumbre institucional, siempre realizada por sus antecesores, de despachar todas las semanas con el Jefe del Estado en el Palacio de La Zarzuela. La soledad de no acompañarle ningún ministro a las tomas de posesión de los mandatarios iberoamericanos. Los sucesivos errores de protocolo con el propio Sánchez. La hostilidad de los socios comunistas y separatistas de la coalición gubernamental. Y la evidente descoordinación entre Zarzuela y Moncloa, por usurpar en ocasiones el inquilino presidencial el papel que no le correspondía. Buen conocedor de este escenario, Don Felipe acometió con sabiduría su papel: tiempos nuevos para una Monarquía nueva, moderna y diferente. Su apuesta para esta renovación tiene un nombre, Camilo Villarino Marzo, actual Jefe de la Casa de Su Majestad el Rey, el hombre que ha cambiado estilos, comunicación y actitudes en el seno de la Corona española.
Tras la jubilación del discreto Jaime Alfonsín, casi tres décadas al servicio de Don Felipe como Príncipe y como Rey, Villarino llegó a la Casa Real el pasado mes de febrero. Diplomático y jurista, sus líneas de actuación eran claras: cercanía frente a rigidez, sencillez frente a altivez, y sobre todo mucha empatía con la sensibilidad ciudadana. Ello se ha visto en los últimos meses, sobre todo en la tragedia de la DANA valenciana. La imagen de los Reyes en medio de los atormentados vecinos, receptores de su dolor y salpicados por el barro, no tiene precedentes. «Solo faltaba que no pudieran quejarse», le susurró el Monarca a los escoltas que le aconsejaban marcharse, mientras Pedro Sánchez sí lo hacía en un gesto de palmaria cobardía. Quienes durante muchos años hemos cubierto la información de la Casa Real sabemos la importancia del puesto de Jefe de esta Institución. Un día bien lo dijo el General Sabino Fernández Campo, inolvidable en ese puesto al servicio de Juan Carlos I: «El Rey siempre prudente, pero no silente». Su hijo lo ha cumplido con ejemplaridad, sin sobrepasar los límites que le impone la Constitución.
Con el objetivo de que la Familia Real es una familia normal y cercana, Camilo Villarino ha impuesto un estilo nuevo. Pocas palabras y muchos hechos. Así, ante la descoordinación sobre la inauguración en París de la Catedral de Nótre Dame, la Zarzuela guardó un exquisito silencio sin entrar en piques con el Gobierno. Y en el reciente viaje de los Reyes a Italia, Don Felipe pronuncia un histórico discurso ante la primera ministra Georgia Meloni, sobre la necesidad de «no mirar atrás». A los propagandistas del «sanchismo», sus socios comunistas y separatistas, les escuece la solidez de Don Felipe y su calurosa acogida popular. Así se ha visto en sus últimos paseos por Cataluña y el País Vasco, donde los ciudadanos pasan de los mensajes anacrónicos de algunos de sus dirigentes y les aclaman. La imagen de los Reyes con sus hijas Leonor y Sofía por las calles, mezclados con la gente y almorzando el menú del día en un sencillo restaurante de barrio es imbatible a las críticas. Villarino, quien también ha designado a dos mujeres para la Secretaría General de la Casa y la Secretaría particular de la Reina Doña Letizia, es el artífice del cambio.
Nacido en Zaragoza, Camilo Villarino Marzo es un jurista y diplomático de gran recorrido. Experto en la Asesoría Jurídica Internacional del ministerio de Asuntos Exteriores, en política europea de Defensa y Seguridad, misiones diplomáticas en la Unión Europea, Marruecos y Estados Unidos, responsable del Gabinete de los ministros del ramo, Alfonso Dastis y Arancha González Laya, era hasta su llegada a la Casa del Rey Jefe de Gabinete de Josep Borrell, alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Casado con la esquiadora Susana de Funes Casellas, es padre de tres hijas y mantiene un perfil muy técnico dentro del servicio diplomático. Su formación como jurista no es baladí a la hora de ser elegido por Felipe VI para un momento tan complejo como el actual. Al cumplir una década de su reinado, en Zarzuela hay un buen vasallo al servicio de un buen Señor.