Desde ejecutivos de empresas tecnológicas hasta dirigentes extranjeros, pasando por algunas personalidades de los medios de comunicación, están "consintiendo por adelantado" debido a la codicia y el miedo, según los expertos
La hora de la purga trumpista: cerco al “enemigo interno”, más gasto militar, deportaciones masivas y millones sin seguro médico
El mes pasado, los invitados a Mar-a-Lago se levantaron llevándose la mano al corazón cuando empezó a sonar Justicia para todos, una versión fúnebre del himno nacional de EEUU, cantada por los encarcelados tras su presunta participación en la insurrección del 6 de enero de 2021 en el Capitolio. Uno de ellos era Mark Zuckerberg, multimillonario y fundador de Facebook.
Es posible que Zuckerberg no supiera que el sonido metálico de la versión se debía a que había sido grabada por el teléfono de una prisión, pero su mera presencia en Mar-a-Lago, la 'Casa Blanca de invierno' de Trump, lo decía todo. Facebook vetó a Trump tras los impactantes sucesos del 6 de enero. Ahora venía a besar el anillo.
Zuckerberg no es ni mucho menos el único en este proceso, comenzado tras la reelección de Trump, que se ha dado a conocer como 'la gran rendición'. Directivos de tecnológicas, medios de comunicación, y líderes extranjeros andan buscando el favor del presidente electo con donaciones, medidas de autocensura y políticas de apaciguamiento. Una conducta en la que, según los analistas, hay una mezcla de codicia, temor a un poder ilimitado de Trump, y la convicción de que resistirse es inútil.
“Parte de la sacudida de la victoria de Trump es la rapidez con la que le está dando el consentimiento por adelantado una gran cantidad de gente de ámbitos diferentes, desde los medios de comunicación hasta los políticos”, dice Tara Setmayer, exdirectora de comunicaciones del Partido Republicano en Capitol Hill. “Por encima del bien común de resistir a Trump y mantener una democracia justa y libre, la gente se está resignando a la supervivencia”.
Es un giro de guion sorprendente. Hace casi cuatro años, cuando lo destituyeron tras la insurrección del 6 de enero, Trump parecía un apestado político. Fueron decenas las grandes empresas que entonces se comprometieron en público a congelar sus contribuciones financieras a 147 congresistas republicanos que votaron a favor anular los resultados de las elecciones presidenciales de 2020.
A Trump lo han grabado presumiendo de agarrar a mujeres por sus partes íntimas, más de 20 mujeres lo han acusado de agresión sexual, y un jurado lo ha hallado culpable de abuso sexual contra la columnista E. Jean Carroll. A principios de 2024, Trump se convertía en el primer expresidente condenado por un delito, con otros tres casos cerniéndose sobre él.
Pero todo ese historial parece haberse vuelto invisible para los ricos y poderosos tras su victoria frente a Kamala Harris en las elecciones del pasado 5 de noviembre.
Trump vuelve a la Casa Blanca reforzado por una victoria en el voto popular, una sentencia del Tribunal Supremo que coloca a los presidentes por encima de la ley, y fieles acérrimos en el Congreso y la Casa Blanca. Como dijo el estratega político Steve Schmidt, que formó parte del equipo de campaña de los republicanos George W. Bush y John McCain, “entra en funciones el presidente más poderoso de la historia de Estados Unidos, un César estadounidense sin restricciones”. “Trump ha hecho una amenaza, ha dicho 'voy a perseguir a gente' y ha nombrado a personas que cumplirán con su voluntad sin que él tenga que decirles que lo hagan”, explicó.
Muchos de los que una vez condenaban a Trump están ahora desesperados por complacer a un presidente entrante que ofrece el palo, pero también la zanahoria, con rebajas de impuestos, desregulación, y elección de autoridades entre personas que defienden los intereses de las empresas. “En la primera legislatura, todo el mundo iba contra mí; en esta legislatura, todo el mundo quiere ser mi amigo; no sé, mi personalidad ha cambiado, o algo”, dijo el propio Trump ante los periodistas en Mar-a-Lago (Florida).
La Bolsa de Nueva York recibió a Trump para que hiciera sonar la campana de apertura. La revista Time y el periódico The Financial Times lo ungieron como la “persona del año”. El columnista Bret Stephens, viejo enemigo de Trump, escribió esta semana en el periódico The New York Times que los miembros del grupo 'Nunca Trump' (del que él mismo formaba parte) habían “exagerado los argumentos y, por ello, fracasado en nuestro propósito”.
Una procesión de altos ejecutivos ha desfilado por Mar-a-Lago para doblar la rodilla ante Trump. Además de Zuckerberg (Meta), entre los peregrinos figuran Tim Cook, de Apple; Jeff Bezos, fundador de Amazon; así como Sundar Pichai y Sergey Brin, de Google. Al parecer, el jefe de Open AI Sam Altman ha donado un millón de dólares [unos 960 mil euros] al fondo para la investidura de Trump el 20 de enero, igual que Meta, Amazon y Uber.
Bezos, que antes criticaba la retórica del magnate republicano, ahora dice sentirse “optimista” frente al segundo mandato de Trump, cuyos planes de desregulación respalda. Como propietario de The Washington Post, Bezos vetó que el periódico diera su respaldo a Harris durante las presidenciales. Al Post le está costando encontrar un nuevo editor ejecutivo. Se teme que ya no esté a la altura del lema que defendió durante el primer mandato de Trump: “La democracia muere en la oscuridad”.
Otros propietarios de medios con ánimo de lucro han estado tratando de tender puentes con un presidente electo que en varias ocasiones los ha llamado el “enemigo del pueblo”. ABC News, propiedad de la multinacional Disney, acordó entregar 15 millones de dólares [unos 14,4 millones de euros] a la biblioteca presidencial de Trump como parte de un acuerdo extrajudicial tras una demanda por difamación contra la cadena con un argumento aparentemente endeble (la acusaban de inexactitud después de que el presentador George Stephanopoulos dijera que Trump había sido declarado civilmente responsable de violar a la escritora E. Jean Carroll).
Patrick Soon-Shiong, propietario de Los Angeles Times, ha interferido en decisiones editoriales de su periódico exigiendo la publicación de puntos de vista opuestos cuando sale algo que no favorece a Trump.
El plan de Comcast de hacer una empresa separada para la cadena MSNBC y otros canales de televisión por cable ha reavivado los temores por la cadena, de orientación progresista, con sus índices de audiencia cayendo en picado. Joe Scarborough y Mika Brzezinski, que en MSNBC presentan el programa Morning Joe, viajaron en noviembre a Mar-a-Lago. Las mismas personas que antes habían destripado la retórica fascista de Trump justificaron la reunión con el argumento de que cualquier periodista aprovecharía la oportunidad de reunirse con el presidente electo. Según Scarborough, él y Brzezinski estaban siendo penalizados por haber sido “transparentes”.
A los críticos no les convenció la explicación. “Si vas allí y dices 'lo he hecho por vosotros', ¿sales del encuentro confirmando que es Hitler? ¿O que estábamos equivocados y no tenemos de qué preocuparnos?”, dijo Schmidt. “Parece que el propósito de la reunión era llegar a algún tipo de acuerdo con Hitler”.
Trump demandó esta semana a un periódico y a una empresa de sondeos por una encuesta, publicada días antes de las presidenciales, que le daba desventaja en Iowa (un estado que finalmente ganó por goleada). También ha presentado una demanda por 10.000 millones de dólares [unos 9.600 millones de euros] contra la CBS por una entrevista a Kamala Harris en el programa 60 Minutes.
El temor es que la voluntad demostrada de Trump de castigar a sus críticos tenga un efecto amedrentador. “El modo en que algunos de los medios más importantes ya han decidido que la sumisión es su manera de sobrevivir no solo es ingenuo, sino peligroso, porque sin eso no tenemos una ciudadanía informada”, dice Tara Setmayer, que ahora dirige el comité de acción política Proyecto Séneca. “Se supone que no debe haber miedo ni favoritismos, pero los medios están actuando por miedo; y actuando por miedo, le conceden a Trump el favoritismo que busca”.
Aceptar el comportamiento de Trump erosionará las normas democráticas y envalentonará al presidente electo para silenciar a la disidencia y avanzar en el autoritarismo, advierten los analistas. Algunos lo comparan con la democracia intolerante de Viktor Orbán en Hungría, donde la censura declarada se combina con medios leales propiedad del estado y una industria de medios privada que ya ha sido domesticada.
“La preocupación es que en el régimen estadounidense la censura vaya a ser asumida por gente que es un millón de veces más rica que uno presentando demandas”, dice Timothy Snyder, profesor de historia en la Universidad de Yale (su ensayo Sobre la tiranía comienza con el capítulo 'No obedezcas de antemano'). “Cualquier 'persona pequeña' tiene que estar preocupada ante la amenaza de ser demandada por un Trump, por un Musk, o por quien sea, alguien que ya controla el Gobierno y la economía”, dijo.
Aunque no estén controladas por el Estado, las cadenas pro Trump Fox News y Newsmax estarán “próximas al Estado”, añade el profesor de Yale. “Pero los que están más cerca son los medios privados que intentan llegar a algún tipo de acuerdo”, explica. “Dejando de lado la parte moral, ceder de antemano quizá no sea la mejor estrategia de negociación para llegar a un acuerdo”.
Quien espere que en Washington le pongan algún tipo de límite puede sufrir una decepción. En gran medida los republicanos del Congreso se han mostrado dóciles, dando signos de que van a suavizar su oposición a polémicos nombramientos en el gabinete como el de Pete Hegseth, el candidato de Trump para el Pentágono; y como Robert F. Kennedy Jr, el negacionista de las vacunas que quiere para hacerse cargo de Sanidad.
Algunos demócratas también han señalado su disposición a trabajar con el “departamento de eficiencia gubernamental” para reducir costes de Elon Musk y Vivek Ramaswamy. La gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, respondió así a una pregunta sobre el plan de Trump de deportaciones masivas: “Si alguien incumple la ley, seré la primera en llamar a los del Ice [el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas] para decirles 'sáquenlos de aquí'”.
Eric Adams, alcalde de Nueva York y miembro del Partido Demócrata, también ha hecho suyas algunas políticas de Trump y no descarta un futuro en el que se presente por el Partido Republicano. Hasta Joe Biden se ha retractado de sus advertencias sobre el peligro que representa Trump para la democracia, aparentemente en busca de una transición elegante, lo que su predecesor le negó.
Desde las elecciones, varios líderes mundiales han desfilado por Mar-a-Lago. Desde Orbán, su aliado en el espectro político de la derecha; hasta Justin Trudeau, de Canadá, donde se ha armado un revuelo político por la amenaza de Trump de imponer nuevos y enormes aranceles.
A los críticos de siempre de Trump les preocupa lo que esta rendición en masa parece presagiar. “Una de las razones por las que muchos de nosotros éramos tan reacios a Trump era porque podía hacer este tipo de cosas”, sostiene Bill Kristol, director de la organización Defending Democracy Together. “Aunque tiene algunos elementos, no se trata de un autoritario teórico, o de un dictador ideológico, pero es como un matón astuto y como un jefe de la mafia, y el sistema podrá aguantar solo un tiempo”.
“Los límites en el sistema están bien, pero necesitan gente que los imponga. Esto es así para los límites políticos, como el Congreso, los partidos, o los tribunales, pero también para los límites de la sociedad en general: los del sector privado, los de los medios... Ahí es donde diría que me ha sorprendido la aparente velocidad de la capitulación”.
Por mucho que Trump diga que ganó con una mayoría abrumadora, más de un 48% de los votantes optaron por Harris. Pero dentro de esa “resistencia”, algunos parecen haber perdido la voluntad de luchar. “[La resistencia] no tendrá el tipo de apoyo corporativo amistoso que tuvo durante el primer mandato; la gente va a tener que pensarse más como parte de una disidencia y menos como una mayoría natural tras una victoria electoral por chiripa de Trump, que fue la actitud en 2017”, dijo Kristol. “Va a ser todo un desafío”.
Traducción de Francisco de Zárate.