La luz del azulejo simula que es la Estrella. Se apagan las farolas del tiempo en San Lorenzo, la escarcha anuncia el frío llorando en los cristales, la olla del albergue exhala olor a hueso, a caldo de puchero, a abrigo en el estómago. Y el azulejo brilla a solas en la calle con la Esperanza encinta. Sevilla está en silencio después de que en los templos el gallo haya cantado. Por las ventanas salen los haces de la vida, historias luminosas, o abismos de silencio, la lámpara apagada. A solas por la calle se pueden ver los puntos de luz de cada casa, en qué familia hay gozo, en qué salón tristeza, la cena con ausencia, la sopa que...
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