El vuelo 508 de Lansa Perú, que se estrelló en la selva amazónica el 24 de diciembre de 1971, dejó un saldo devastador de 92 muertes. Sin embargo, la historia de Juliane Koepcke, la única sobreviviente, se convirtió en un relato de resistencia y valentía. Este accidente aéreo, que ocurrió en plena Nochebuena, conmocionó a la nación peruana. El avión, un Lockheed Electra L-188A, partió de Lima con destino a Pucallpa, pero un rayo impactó la aeronave y provocó su caída desde 4.000 metros de altura. A pesar de las adversidades, Juliane logró sobrevivir en la inhóspita selva durante 11 días.
El vuelo 508 no fue el primer incidente trágico de la aerolínea. Un año antes, el vuelo 502 de la misma aerolínea representó otro capítulo sombrío en la historia de la aviación en Perú. El 8 de diciembre de 1989, el vuelo, que partió de Lima con destino a la ciudad de Pucallpa, se estrelló en la cordillera de los Andes, matando a las 67 personas a bordo, entre ellas 56 estudiantes estadounidenses que viajaban en un programa de intercambio cultural.
Este trágico accidente ocurrió en condiciones meteorológicas extremadamente adversas, con una densa neblina y mal tiempo que afectaron la visibilidad de la tripulación. La aeronave, un DC-8, colisionó contra las montañas debido a un error de navegación y a la falta de información precisa sobre la ubicación del avión. La investigación posterior reveló fallos tanto en el mantenimiento de la aeronave como en la capacitación de la tripulación, lo que generó un debate sobre la regulación de la seguridad aérea en Perú.
El vuelo 508 despegó con casi seis horas de retraso y, a los 30 minutos de vuelo, los pasajeros comenzaron a experimentar turbulencias severas. A pesar de la presencia de nubes negras y tormentas eléctricas, los pilotos decidieron continuar. El impacto de un rayo en el tanque de combustible del ala derecha causó un incendio, lo que llevó a que la aeronave se partiera en dos.
Las investigaciones revelaron que el Electra L-188A no estaba diseñado para enfrentar tales condiciones. La rigidez de sus alas dificultó la adaptación a la turbulencia, lo que resultó en la tragedia. De las 93 personas a bordo, 13 sobrevivieron al impacto, pero solo Juliane Koepcke logró salir con vida de la selva.
Tras el accidente, Juliane se enfrentó a un entorno hostil. Llevaba un vestido sin mangas y una sandalia, tenía una clavícula rota y presentaba heridas profundas. Su instinto de supervivencia la llevó a buscar un río que la guiara hacia la civilización. Gracias a los conocimientos que adquirió de sus padres, quienes eran zoólogos, logró encontrar un arroyo que la condujo a una cabaña.
Juliane sobrevivió con una bolsa de caramelos y lidió con sus heridas infectadas. Finalmente, tres misioneros peruanos la rescataron. Estos la llevaron a un pequeño hospital donde recibió atención médica. Su historia, narrada en su libro ‘Cuando caí del cielo’, se ha convertido en un testimonio de la fuerza humana ante la adversidad.
