La presencia de Trump, ya siendo presidente electo, en el sexto vuelo de prueba de la nave Starship de Spacex, no sólo ratificó la alianza política existente entre él y Elon Musk, el hombre más rico del mundo y dueño de la empresa: confirmó una vez más la importancia del futuro funcionario de la nueva administración en la estrategia central del próximo gobierno estadounidense.
A principios de julio Musk públicamente anunció que su nave Starship aterrizaría en Marte en 2026 y que cuatro años después, en 2030, un astronauta llegaría por primera vez a este planeta para luego volver a la Tierra. De ahí en más, de acuerdo a sus planes, se iniciaría la construcción de un establecimiento humano permanente y autosustentable en Marte, iniciándose una etapa de humanidad interplanetaria. Este asentamiento estaría terminado promediando la quinta década de este siglo.
¿Se trata de un proyecto privado de un empresario estadounidense -aunque en este caso haya nacido en Sudáfrica- o de un emprendimiento entre Estados Unidos y un privado? Musk en las últimas dos décadas ha cumplido un rol fundamental como contratista de la NASA, la agencia espacial del gobierno estadounidense. Este modelo es el que enmarcaría las nuevas misiones en el ámbito de la carrera espacial.
En cuanto al día a día en el que se está gestando la nueva administración de Trump, parece claro que Musk no está dispuesto a abandonar sus funciones en la actividad privada en aras de un cargo público. Él es el CEO de su empresas más importantes y las dirige personalmente, comenzando por X y Tesla, pasando por Starlink, la mencionada SpaceX, Neuralink, y terminando con la menos conocida The Boring Company.
La nave Starship es el cohete más grande y potente jamás construido que completó su sexto vuelo de prueba. El cohete tiene ciento veintiún metros de altura y está integrado por dos etapas reutilizables. Está enfocado en resolver los nuevos desafíos tecnológicos para que la humanidad pueda transformarse en una especie interplanetaria.
SpaceX, en asociación con el Proyecto Artemis de la NASA, utilizaría el Starship como módulo de aterrizaje lunar en 2026, después de que Musk anunciara el retorno de un astronauta a la Luna.
Cabe señalar que para llegar al cohete reutilizable Musk tuvo nueve intentos fallidos. Voluntad y constancia no le faltan. Lo que para una potencia como Estados Unidos es una iniciativa fallida, para un empresario que no le teme al riesgo es una evidencia de su constancia.
El camino iniciado por Musk puede llevar a una importante reducción de los costos de la exploración espacial y permitir misiones científicas y comerciales a gran escala. A partir de los vuelos de prueba no tripulados, el Starship recientemente lanzado podría dar inicio a un cambio drástico en el acceso de la humanidad al espacio.
La hoja de ruta de Musk ha tomado como punto de partida el lanzamiento de la nave espacial más grande en 2024, que es el Starship. Pero para el fundador de SpaceX, el cohete de cinco mil toneladas de peso es el primer paso en la estrategia para llegar a Marte.